domingo, 8 de julio de 2012

Inglaterra reenfoca el matrimonio


Año 8, número 375
Luis-Fernando Valdés

Mientras que algunas organizaciones están buscando imponer modelos alternativos de familia en América Latina, en Inglaterra tanto las autoridades eclesiásticas anglicanas como asociaciones civiles han iniciado una defensa del matrimonio tradicional. ¿Hablar hoy del matrimonio de un hombre y una mujer para siempre es retroceder o avanzar?

Sir Paul Coleridge, juez de lo familiar y
fundador de la Marriage Foundation.
Los índices de divorcio en Inglaterra van en aumento y representan un gran costo para la sociedad británica, estimado en 44 billones de euros al año. Esto tiene preocupados a los jueces de familia del Tribual Supremo de aquel país. [Fadep.org, 11.V.2012]

Para invertir esta tendencia, el magistrado Sir Paul Coleridge, junto a otros jueces de familia, creó el pasado 1 de mayo la Marriage Foundation, para impulsar un cambio de actitud hacia el matrimonio en la sociedad inglesa. Esta fundación buscará tanto la investigación social que influya en las propuestas de políticas públicas, como ayudar a la gente que pasa por crisis matrimoniales.

El juez Coleridge aspira a crear “un movimiento en todo el país destinado a cambiar las actitudes desde abajo hasta lo más alto de la sociedad, de modo que mejore la vida de todos, especialmente de los niños. Queremos promover –afirmó– el matrimonio como el patrón oro de las relaciones de pareja”.

Por otra parte, la Iglesia Anglicana ha hecho pública su oposición a la pretensión del gobierno británico de permitir el matrimonio civil a parejas homosexuales. En una respuesta a la consulta del gobierno sobre matrimonio entre personas del mismo sexo, esta Iglesia estima que cambiar la comprensión civil del matrimonio cambiará el modo en que se define el matrimonio por todos, a pesar de que el gobierno asegure lo contrario. [Zenit.org, 12.VI.2012]

La misiva, firmada por los arzobispos de Canterbury y de York, sugiere que un cambio de este tipo “alteraría la naturaleza intrínseca del matrimonio como unión de un hombre y una mujer, como está establecido en las instituciones humanas a lo largo de la historia”.

El documento explica que “el matrimonio beneficia a la sociedad de muchos modos, no sólo promoviendo la reciprocidad y la fidelidad, sino también reconociendo una subyacente complementariedad biológica que incluye, para muchos, la posibilidad de la procreación. La ley no debería tratar de definir más allá de la objetiva distinción entre hombre y mujer”.

Hay un contraste muy grande entre las posturas liberales en América Latina que alientan otro tipo de uniones matrimoniales y las posiciones de vanguardia europeas. Las primeras apenas van, mientras que las otras están de vuelta, porque han experimentado el costo social que conlleva alejarse de la familia formada por un hombre y una mujer para siempre.

Es notorio que tanto instituciones religiosas no católicas y fundaciones civiles de un país desarrollado proponen una vuelta a la llamada “familia tradicional”. No se trata pues de la injerencia de la Iglesia Católica, sino de la búsqueda de solución para un problema que de hecho ya afecta seriamente a una nación del Primer Mundo.

Estamos muy a tiempo en México para reenfocar el concepto de matrimonio y familia “tradicionales”, y ver que son piezas claves para el tejido social del País. Hay un reto grande tanto para la sociedad civil como para los legisladores: implementar medidas que favorezcan la fidelidad de los esposos, y preparar a los futuros cónyuges para que entiendan y vivan el matrimonio para siempre. Más vale que “estemos de vuelta” antes de que la inestabilidad familiar se convierta en un problema social.

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