Año 13, número 659
Luis-Fernando Valdés
¿Por qué
celebramos la Navidad el 25 de diciembre? –La Navidad es la adaptación de una
festividad romana del Sol a una celebración cristiana, que pone a Jesús como
Sol que ilumina la existencia humana.
1. ¿Cuándo exactamente nació Jesús? La
Navidad cristiana recuerda el nacimiento de Jesús en Belén. A diferencia de
nuestra cultura, en la que festejamos el día exacto del alumbramiento de una
persona, los primeros cristianos celebraban un evento: el que Dios se hubiera
hecho un ser humano. Por eso, no importa realmente saber o no el día exacto en el
que Jesús vino a este mundo.
En cambio, lo que
sí sabemos es que cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial
del Imperio romano en el año 313 con el Edicto de Milán, el emperador
Constantino sustituyó las celebraciones romanas por fiestas cristianas.
2. De la fiesta romana del “Sol invicto” a
la Navidad. Los romanos tenían, desde el 22 al 25 de diciembre, el Festival
del Nacimiento del Sol Inconquistado (en latín: Dies Natalis Solis Invicti),
que se celebraba cuando la luz del día aumentaba después del solsticio de
invierno, en alusión al “renacimiento” del sol. (Wikipedia)
El cristianismo
adaptó con mucha facilidad la fiesta del Sol, porque en la Biblia Jesús es
comparado con ese astro. Pero no se trataba de introducir una celebración
pagana en el cristianismo, sino lo contrario: mostrar que en realidad Jesús es
la verdadera luz que ilumina a los hombres.
Jesús se denominó
a sí mismo como la “luz del mundo” (Juan 8,12). Ya antes, Zacarías, el padre de
Juan el Bautista, se había referido al nacimiento de Jesús comparándolo con el
sol, mediante un himno: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos
visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”
(Lucas 1, 77b-79).
3. Luz para nuestros días. Las
celebraciones navideñas llenan de luces las calles de nuestras ciudades y las
salas de nuestras casas. Es tradicional decorar con focos de colores los
árboles de Navidad.
Esa iluminación
representa la intuición de que también nosotros necesitamos una luz que alumbre
el camino de nuestra existencia, “especialmente en esta época en que sentimos
tanto el peso de las dificultades, de los problemas, de los sufrimientos, y
parece que nos envuelve un velo de tinieblas” (Benedicto XVI, Discurso,
7 dic. 2011).
Y ese es
precisamente el sentido de la Navidad: que Jesucristo, Dios hecho hombre, al
nacer en un pobre y humilde pesebre, vino a compartir nuestras alegrías y
nuestros dolores, de manera que encontremos el significado de nuestra vida
fijándonos en Él.
Pero no sólo eso,
sino que Jesús, en cada Navidad, “se acerca a cada uno de nosotros y pide que
lo acojamos nuevamente en nuestra vida, nos pide que lo queramos, que tengamos
confianza en Él, que sintamos su presencia que nos acompaña, nos sostiene y nos
ayuda” (Benedicto XVI, ibídem).
Epílogo. La celebración de la Navidad
tiene muchas dimensiones y todas son muy entrañables, como los son la reunión
familiar, la decoración de las casas y las ciudades, los intercambios de
regalos y la riqueza gastronómica.
Pero esos aspectos
cobran sentido pleno, cuando esta festividad nos lleva a buscar la verdadera
orientación de nuestra vida y la descubrimos en Jesucristo, al que aceptamos
como sol del que surge la luz que nos permite descubrir el “para qué” más
profundo de nuestra existencia.
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