Año 13, número 641
Luis-Fernando Valdés
Días de polémica
por la discriminación racial en Estados Unidos, que iniciaron con una manifestación
violenta en Charlottesville y se han prologando por las declaraciones de Trump.
¿Por qué sigue existiendo el racismo hoy día?
"No hay lugar para el odio": cartel en donde fue asesinada Heather Heyer por supremacistas blancos. (Foto: omicrono) |
1. Una manifestación con tinte racista. El motivo de la concentración de los
llamados “ultranacionalistas blancos” en Charlottesville (Virginia) fue la
retirada de una estatua del general confederado Robert E. Lee.
Estos manifestantes
llegaron para protestar que se quitara ese monumento, pero se encontraron con
otra manifestación de opositores. Se generó un violento enfrentamiento que dejó
una persona muerta y 19 heridos (Notimex, 13 ago. 2017).
El fondo de las
protestas de los supremacistas blancos es claramente de corte racista, ya que
se oponían a la remoción de un símbolo del esclavismo, la estatua del General
Lee quien dirigió el ejército de los Estados Confederados (del sur) que no
aceptaban la abolición de la esclavitud, en la guerra civil de Estados Unidos,
entre 1861 y 1865.
2. Racistas amparados por la constitución
norteamericana. En Estados Unidos,
el derecho a la libertad de expresión está protegida por la Primera Enmienda
(1791) de la Constitución. De tal manera que los ciudadanos pueden decir o
escribir sin restricción lo que piensan, y también pueden realizar cualquier
gesto o portar cualquier signo gráfico para expresar sus opiniones.
El Prof. Darren L.
Hutchinson explicó a BBC Mundo el alcance de esta ley: “Si un estado, por
ejemplo, decide restringir en su territorio el uso de símbolos nazis debido a
su mensaje, esto podría constituir una restricción basada en un punto de vista
y probablemente violaría la Constitución”. (BBC Mundo, 16
ago. 2017)
Por contraste, en
Alemania están prohibidos todos los símbolos del nazismo, los “discursos de
odio” y la existencia de grupo de tipo neo-nazi. Casi al mismo tiempo del
atentado en Charlottesville, un ciudadano estadounidense era golpeado y luego
apresado por hacer el polémico saludo de “Heil Hitler” en Dresde (Alemania).
(Ibídem)
3. Cuando se eclipsa el sentido común. Hoy día resulta prácticamente evidente que
todos los seres humanos somos iguales, por el mero hecho de ser personas. Sin
embargo, a lo largo de la historia esta realidad fundamental no siempre fue
conocida.
En el mundo griego
y romano clásico, la esclavitud era vista como algo natural y ante la ley
existían tanto hombres libres como siervos. Fue el Cristianismo el que inició
todo un movimiento a favor de la igualdad radical, ya que sostiene que “no hay
judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos ustedes son uno
en Cristo Jesús” (Gálatas 3, 28).
Por eso, ya que ante
Dios todos los hombres son iguales, todo hombre posee la misma dignidad y puede
reclamar los mismos derechos como persona. Por eso, toda discriminación social,
racial, sexista, cultural o religiosa de la persona es una injusticia
inaceptable. (Cfr. YouCat, 330).
Epílogo. La democracia se puede estrangular a sí
misma, como en el caso de Charlottesville, donde la tutela de la libertad de
expresión terminó por amparar la apología del racismo y la violencia.
El punto clave es
que la libertad de expresión es esencial pero no es absoluta. Por eso, la libre
manifestación de las ideas nunca puede oponerse a las realidades que la
fundamentan, como lo son la vida, la dignidad personal y la igualdad que de
ella se deriva. Donde una ley permite la apología del racismo o de la violencia,
ahí se ha eclipsado la razón y ahí se atropellará al ser humano.
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