Año 13, número 637
Luis-Fernando Valdés
Celebramos la
conmemoración litúrgica de Santa María Magdalena, que Francisco elevó al mismo
rango que la fiesta de los Apóstoles San Pedro y San Pablo. ¿En qué consiste
este gesto de reivindicación de la mujer en la Iglesia?
La figura de María Magdalena da pie a repensar el papel de la mujer en la Iglesia, desde la igualdad espiritual. (Foto: internet) |
1. Un reconocimiento a la dignidad de la
mujer. El año pasado, Francisco quiso elevar el rango litúrgico de la
celebración a anual de Santa María Magdalena (22 de julio), de “memoria” a
“fiesta”. Esta disposición se inscribe en el actual contexto eclesial que pide
reflexionar más profundamente sobre la dignidad de la mujer, la nueva
evangelización y la grandeza de la misericordia divina. (Radio
Vaticana, 10 junio 2016)
El Papa ha
manifestado frecuentemente que “la Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer
y el papel que esta desempeña” y que “la mujer es imprescindible para la
Iglesia”. Y también ha advertido que “no hay que confundir la función (que se
tiene en la Iglesia) con la dignidad”. (Entrevista,
20 sep. 2013)
2. La dignidad de la mujer y su función.
El Papa desea destacar que la dignidad de la mujer es el fundamento de los
roles que se pueda desempeñar en la Iglesia. Por eso, afirmó que es necesario “profundizar
más en la figura de la mujer en la Iglesia”.
Y, en concreto,
Francisco explico que “hay que trabajar más hasta elaborar una teología
profunda de la mujer”, porque sólo después de poner ese fundamento “podremos
reflexionar mejor sobre su función dentro de la Iglesia” (ibídem).
3. La igualdad espiritual. El feminismo
radical utiliza un criterio para promover la igualdad de hombres y mujeres, el
cual consiste en que varones y mujeres deben realizar los mismo roles
directivos y laborales. Y, cuando este criterio se aplica –sin reflexión– a la
vida eclesial, algunas voces feministas piden que se permitan la ordenación
sacerdotal de mujeres, etc.
Pero aquella es
una igualdad meramente funcional, y no va al fondo: a la igualdad espiritual,
que podemos visualizar en dos momentos de la vida de Santa María Magdalena. Primero,
la Magdalena fue el “primer testigo” de que Cristo había resucitado. Esto
significa que ella fue la primera que puso su seguridad no en lo material o lo
mundano, sino en la fe de que Jesús está vivo.
Segundo, María
Magdalena fue la que primera que anunció a los discípulos que ella había “visto
al Señor”, el cual le pidió ir y darle esta buena nueva a sus seguidores
reunidos en el cenáculo. Por eso, dos grandes autores, Rábano Mauro y Santo
Tomás de Aquino (s. XIII), la llaman “apóstola de los apóstoles”, porque
anunció a los apóstoles aquello que, a su vez, ellos anunciarán a todo el
mundo.
Ahí están dos
claves de la igualdad en la Iglesia: tanto los varones como las mujeres están
llamados a ser testigos de Cristo, y por eso ambos están llamados a poner su
seguridad sólo en Jesucristo, y ambos están llamados a vivir de tal manera que
su conducta ponga de manifiesto que Jesús está vivo.
Epílogo. El “feminismo” en la Iglesia
no tiene nada que ver con la igualdad en los roles de servicio litúrgico o
jerárquico, sino que se funda la igualdad en la fe y en la igualdad de misión
de anunciar al mundo de hoy que Jesucristo vive.
De ahí que la
valoración de la mujer en la Iglesia no consiste en que las católicas puedan
ser ordenadas sacerdotisas, sino en que ellas mismas se decidan a ser testigos
de un fenómeno religioso al que sólo se accede por la fe: que Jesús ha
resucitado.
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