Año 13, número 636
Luis-Fernando Valdés
Se cumplieron 500
años de la reforma de Lutero, pero también ya son 50 años del movimiento
ecuménico. Pero, ¿de qué sirve ahora la unidad de las confesiones cristianas
pues la sociedad en general ya no cree en el cristianismo?
Reunidos en Wittenberg, el pasado 5 de julio, los representantes de las iglesias reformadas firmaron el acuerdo alcanzado en 1999 por luteranos y católicos. (Foto: protestantedigital.com) |
1. Hace 500 años. En Wittenberg (Alemania), en 1517, Martín
Lutero inició un movimiento para corregir los grandes problemas disciplinares
de la Iglesia. Pero esta reforma desembocó en la división de la cristianismo y
en el surgimiento de las confesiones reformadas, junto con una gran división
política y cultural en Europa.
Un tema
fundamental de esta división fue la Doctrina sobre la Justificación, que
consiste en explicar qué tiene que hacer un pecador para recibir la salvación. En
el momento inicial, la controversia se polarizó así: los luteranos enfatizaban
que el pecador sólo debía creer en Cristo (la “sola fides”), mientras que los
católicos subrayaban que el pecador debía manifestar esa fe con obras.
2. El diálogo ecuménico. En 1967 inició un diálogo entre la Iglesia
Católica y al Federación Luterana Mundial, que a lo largo de estos 50 años ha
dado frutos estupendos, como un acuerdo en la Doctrina sobre la Justificación,
en 1999.
En esa Declaración
se explica que, en el fondo, las dos confesiones tienen la misma visión sobre
la Justificación, pues ambas aceptan que “sólo por gracia mediante la fe en
Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por
Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones,
capacitándonos y llamándonos a buenas obras”. Luego, en 2006, la Iglesia
metodista reconoció esta doctrina.
Otro hito
fundamental fue la “conmemoración” común entre católicos y luteranos del V centenario
del inicio la Reforma, celebrada en Lund (Suecia), con la participación del
Papa y de los líderes luteranos, en 2016.
Ese evento fue una
obra finísima de teología y diplomacia, pues no fue una “celebración” (como si
el cisma hubiera sido una victoria), sino que ambas partes “conmemoraron” los
500 años con espíritu de reconciliación, de penitencia, de perdón y de
fraternidad.
Y un nuevo e
importante paso se acaba de dar en el pasado 5 de julio, en la icónica ciudad
de Wittenberg, porque la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas se adhirió
oficialmente a la declaración de 1999. (News.va, 4 julio 2017)
3. Actualidad del ecumenismo. En una reunión Consejo Mundial de la Iglesias
Reformadas con el Papa en el Vaticano (10 junio 2016), Francisco recordó que el
mundo de hoy experimenta una “desertificación espiritual”, especialmente “donde
se vive como si Dios no existiera”.
Por eso, añadió el
Pontífice, el trabajo conjunto de las diversas comunidades cristianas “están
llamadas a ser cántaros’ que apagan la sed con la esperanza, presencias capaces
de inspirar fraternidad, encuentro, solidaridad, amor genuino y desinteresado”.
Para Francisco,
ante este mundo secularizado, si el trabajo conjunto de católicos y reformados
da testimonio del amor misericordiosos de Dios, se convertirá en un “verdadero
antídoto frente al sentido de desorientación y a la indiferencia que nos
circundan”.
Epílogo. Como la unidad religiosa no es
posible con las meras fuerzas humanas, esta unidad de las diversas confesiones
cristianas es una señal –no una demostración– de que Dios sigue interviniendo
en la historia.
Por eso, el
ecumenismo tiene una gran oportunidad para dar esperanza a nuestra sociedad,
pues la unidad de los cristianos puede hacer creíble y aceptable la fe en una
cultura espiritualmente cansada.
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