Año 13, número 624
Luis-Fernando Valdés
La crisis social y
política en Venezuela ha dada lugar a que miles de personas emigren a Brasil en
búsqueda de recursos médicos. La falta de servicios sanitarios en el propio
país empuja a la migración forzada.
Venezolanos viven y trabajan en las aceras de Pacaraima, Brasil. (Foto: Folha de Boa Vista) |
1. El caso de Venezuela. La ONG
internacional Human Right Watch presentó el pasado 18 de abril un informe
titulado “Venezuela: la crisis humanitaria se extiende a Brasil”. El documento menciona
que ya son 12 mil venezolanos los que han abandonado su país y han llegado a
Brasil desde 2014.
Este informe
menciona también que la falta de atención médica por falta de recursos básicos
en Venezuela es una de las principales causas por la que los venezolanos
deciden huir hacía Brasil. Peor aun, en muchos casos los mismos hospitales
venezolanos son los que sugieren a las personas emprender este viaje.
Las cifras son muy
crudas. El 80 por ciento de las personas que son atendidas en los hospitales de
Pacaraima, municipio brasileño que colinda con Venezuela, son venezolanos que
llegan en situaciones mucho más graves que las de los brasileños.
“Muchos
(venezolanos) entran malnutridos o con complicaciones de enfermedades que ya
tenía como VIH o tuberculosis y que no habían sido tratadas en su país”,
explica el informe. (El
Mundo, 18 abr. 2017)
2. La migración forzada, tragedia con
rostro humano. La Organización
Internacional para las Migraciones de la ONU define la migración forzada
como un movimiento de personas para “escapar de la persecución, el conflicto,
la represión, los desastres naturales y los provocados por el hombre, la
degradación ecológica u otras situaciones que ponen en peligro su existencia, su
libertad o su forma de vida”.
El Papa Francisco
con frecuencia ha explicado que esta tragedia humanitaria es un problema de
personas concretas y no de meras estadísticas. “Esta crisis, que se puede medir
en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias.
Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por
el narcotráfico y el crimen organizado.” (Discurso,
21 feb. 2017)
La periodista
Agnese Marra recoge testimonios que muestran el sufrimiento de personas
concretas en esa frontera de Brasil. Por ejemplo, Geraldine Dhil decidió
abandonar Venezuela y comenzar su viaje a Brasil. Con 32 años, tomó su mochila
y caminó 200 km. Para llegar a Boa Vista. Geraldine tomó esta decisión porque
era el único modo de conseguir los medicamentos de su hija que tiene 13 años y
padece cáncer. (El
Mundo, 18 abr. 2017)
3. El derecho a ser acogidos. A
diferencia de las posturas que buscan poner muros en las fronteras de los
países con más recursos, el Magisterio del Papa sostiene que el migrar es
esencialmente una “expresión del anhelo intrínseco a la felicidad precisamente
de cada ser humano, felicidad que es buscada y perseguida”. (Ibidem)
Sin embargo, como
explica Francisco, la primera solución para los migrantes y sus familias
debería iniciar en sus propias naciones, pues es “allí donde debe ser
garantizado, junto al derecho a emigrar, también el derecho a no emigrar, es
decir el derecho de encontrar en la patria condiciones que permiten una
realización digna de la existencia”.
Las tragedias
humanitarias antes que meras cifras, son siempre el conjunto de historias
concretas de personas con nombre, con un rostro, cuya dignidad ha sido
maltratada. Y para un creyente cristiano siempre serán un reclamo para prestar
una ayuda concreta: “era forastero – migrante– y me acogiste” (Mateo 25, 35).
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