Año 11, número 530
Luis-Fernando Valdés
La encíclica
“Laudato si’ ” (LS) primero fue recibida con entusiasmo, pero después ha sido
muy criticada por sus valoraciones sobre la ciencia y la economía. ¿Puede una
encíclica tratar sobre temas que no le competen a la teología?
La LS considera
que la sincera exposición de los desafíos ecológicos que derivan de las
convicciones religiosas es “un bien para la humanidad” (n. 64). De modo que
busca defender al hombre y a la creación, y no pretende ser un tratado técnico
sobre ecología.
En cambio, para
hablar de los temas económicos, políticos, ecológicos, etc., el Magisterio
social de la Iglesia, donde se injerta explícitamente esta encíclica (n. 15),
puede recurrir a los conocimientos que aportan las diversas ciencias.
Así lo afirmó Juan
Pablo II, en la encíclica “Centesimus Annus”, n. 59: “Para encarnar cada vez
mejor, en contextos sociales económicos y políticos distintos, y continuamente
cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con
las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, [e] incorpora sus
aportaciones.”
Sin embargo,
algunos quisieran que todo lo escrito en una encíclica sea materia de fe. Por
ejemplo, un portal mexicano considera que el hecho de que LS diga que utiliza “los
mejores frutos de la investigación actualmente disponible” (n. 15), implica que
por utilizar datos opinables “este texto fuera de toda consideración válida
como documento magisterial” (Adelante
la fe, 19 junio 2015).
Queda claro que
estas personas desean encuadrar el Magisterio pontificio sobre un tema muy
amplio y mundial a unos moldes que sirven para temas doctrinales particulares
de los católicos.
Resulta más
sensata la posición de Rafael Navarro-Valls, quien sostiene que “en un tema con
tantas implicaciones científicas y sociológicas la prudencia de Francisco le
lleva a afirmar que no es su intención ‘proponer una palabra definitiva’.” Y explica que “en bastantes cuestiones
concretas (Francisco) quiere limitarse a ‘promover un debate honesto’ (n. 16),
respetando ‘la diversidad de puntos de vista’ (n. 61).” (zenit.org,
22 junio 2015)
¿Cómo leer
entonces la LS? Hay que leerla tomando en cuenta los diversos niveles de
autoridad de sus afirmaciones. Lo primero es recibir el mensaje central, que
parte de dos hechos: a) el “rápido deterioro” de esa “casa común” que es la
Tierra (cfr. n. 13, 162), y b) “la debilidad de las reacciones en el escenario
de la política internacional” (n. 53-59).
Luego están las
afirmaciones doctrinales perennes, como el rechazo “reducción de la natalidad”
como medio para salvar la crisis ecológica (n. 50); y la prioridad de la
defensa de los más pobres (n. 158, etc.).
Y, por último, hay
afirmaciones sobre problemas concretos (como el calentamiento global y la
escasez de agua: nn. 23-31), en los que más que buscar que la encíclica
explique científicamente sus causas, hay que atender a la denuncia del problema
y la exigencia de una solución.
Y lo mismo habría
que decir sobre las propuestas que buscan aportar soluciones muy concretas (uso
de bicicletas, aire acondicionado, etc.: nn. 153 y 55). En esto cada uno verá
si se aplican a su caso concreto.
Lo importante es
hacer una correcta lectura de la LS, que nos permita entender la problemática
ecológica mundial, nos ayude a reflexionar en sus causas y a buscar soluciones
viables. Perderse en los análisis causales, o en la viabilidad de las
propuestas, o quedarse en el debate de “¿hasta dónde obedecer?”, sólo nos
llevaría a perder una oportunidad de hacer algo valioso para rescatar nuestra
casa común.
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