Año 11, número 523
Luis-Fernando Valdés
Las imágenes del
terremoto de Nepal conmovieron al mundo. Pero junto a los escombros de las
casas y edificios, se descubrió algo no menos aterrador: que ese país favorece
la renta de útero de sus mujeres jóvenes.
Mujeres y niños damnificados por el reciente terremoto en Nepal (foto: noticias.terra.cl). |
El escándalo se
destapó porque el mismo día de aquel terremoto, el periódico israelí Ynetnews
informó que el ejercito rescataría a varias parejas homosexuales, que habían viajado
a Nepal para recoger a 24 bebés nacidos unas semanas antes de madres de
alquiler. Los habían encargado allí porque en Israel la subrogación [renta de
úteros] está reservada sólo a las parejas heterosexuales.
Nepal se ha
convertido en uno de los destinos favoritos del “turismo reproductivo”, desde
que la India adoptó algunas restricciones a la renta de úteros en 2013, que
incluyen el veto a los homosexuales.
Además, los
precios de estos “servicios” en Nepal son parecidos a los de la India: unos 6,000
dólares (que se reparten entre las clínicas, los intermediarios y la familia de
la madre sustituta, la cual no siempre ve el dinero), respecto a los 150,000
dólares que cuesta en los Estados Unidos.
Una nota del
semanario Nepali Times, publicada pocos meses antes
del terremoto (30 enero 2015), explica que, en esos dos países, hay un nexo
entre los políticos y los hospitales en lo referente a la subrogación.
Y añade que “es
una cuestión de oferta y demanda: Hay demanda de bebés en los países ricos, y
suficientes familias pobres en los países en desarrollo, que a veces fuerzan a
las mujeres para que se conviertan en madres sustitutas”.
Pocos días
después, el 11 de mayo, fue lanzada la iniciativa “Stop
Surrogacy Now” (‘Detengan ya la subrogación’), patrocinada por 16
organizaciones y más de 100 personas de 18 países, de diversas culturas y
religiones, que pide que se ponga fin a “la explotación de mujeres y el tráfico
humano de niños mediante la subrogación”.
En su manifiesto,
esta organización valora el deseo de paternidad y maternidad de muchos, pero
sostiene que esos deseos no deben sobrepasar los límites, y describe algunos de
los abusos que se comenten, como los siguientes:
- Se explota “a mujeres de bajos recursos, que harían lo que sea por generar dinero”; se les hace la propuesta pero no se les da información “sobre los riesgos a corto y largo plazo que su cuerpo puede sufrir”.
- “El proceso médico para la subrogación trae consigo riesgos tanto para la madre subrogada, como para la madre genética, y el embrión que es sometido a técnicas de reproducción asistida”.
- “Los niños creados por medio de tecnologías de reproducción asistida, como la subrogación, también se enfrentan a riesgos de salud que incluyen: parto prematuro, muerte fetal, bajo peso al nacer, anomalías fetales, y presión arterial alta”.
- “Un embarazo subrogado rompe intencionalmente el vínculo materno natural que se produce en el embarazo. Dicho vínculo biológico entre madre e hijo es innegablemente íntimo, y al ser interrumpido, se crean repercusiones duraderas en ambos lados”.
Entonces, se trata
de defender a las mujeres de la explotación y a los niños de ser tratados como
objetos comerciales. Por eso, es importante afirmar que un hijo no es un
“deseo” a conseguir o una “meta” por alcanzar, sino fruto del amor de sus
padres en el seno de una familia.
Los daños físicos y
psicológicos, tanto del niño como de la madre de alquiler, hacen ver que en
este tema no caben los argumentos de género (como el derecho de una pareja de
homosexuales a tener un niño), ni del derecho a la paternidad de una persona
soltera.
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