10º Aniversario. Número 520.
Luis-Fernando Valdés
El genocidio de los
armenios por fin fue reconocido
a nivel internacional, mientras que otros “genocidios” muy recientes pasaron
a segundo plano. Pero, ¿cuál es el interés de hablar de estas masacres: la morbosidad
o la solidaridad?
En una semana,
hemos recibido noticias del asesinato
de 28 cristianos etíopes capturados en Libia por parte del Estado Islámico
(19 abril) y de un nuevo
naufragio el Mediterráneo, que costó la vida a por lo menos 700 migrantes
del norte de África (18 abril).
Además, apenas
hemos recibido información sobre una masacre
continua de civiles por parte de grupos armados en la región de Mbau
(República Democrática del Congo) (10 abril 2015).
En sentido
estricto, el “genocidio”
es un delito internacional que comprende “cualquiera de los actos perpetrados
con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso como tal”. Este es el caso de los cristianos perseguidos por
el Estado Islámico.
Sin embargo, hay
tragedias que aunque no pretenden expresamente la eliminación de grupos étnicos
o religiosos, afectan de tal manera a uno de esos grupos, que su efecto es
prácticamente similar.
De ahí que también
podamos reclamar la atención a ciertos problemas internacionales y llamarles en
sentido análogo “genocidios”, como es la caso de las víctimas de la migración
(tanto en América como en Europa) o de los afectados por las guerras olvidadas
en África.
La indiferencia
ante las tragedias nos deshumaniza. Por eso, es importante tener presentes los
genocidios y las masacres. Pero, no hay que confundir el “seguimiento
noticioso” de una tragedia de este tipo con la “morbosidad”.
El seguimiento
busca estar al día de los hechos para aportar o exigir soluciones, como pedir a
las potencias internacionales que intervengan. En cambio, el morbo es la
curiosidad malsana, que se enfoca sólo en los datos sangrientos, y desea nuevas
noticias sólo para curiosear en las desgracias.
Cuando pedimos que
estos genocidios raciales o religiosos y las tragedias de los migrantes sigan
presentes en la opinión pública, evidentemente nos referimos al “seguimiento
noticioso”. Pero también aquí cabe un matiz, pues no nos referimos a pedirle a
las agencias internacionales que nos informen de estas masacres, ya que de
hecho sí lo hacen.
Se trata más bien
que seamos los ciudadanos quienes realicemos este “seguimiento noticioso”, y de
manera activa busquemos una respuesta internacional, que les pueda procurar
solidaridad y seguridad a los ciudadanos perseguidos tanto Medio Oriente como
en África; y los mismo respecto a los migrantes y otros grupos vulnerables.
Como tenemos
acceso a la información inmediata de todo lo que sucede en cualquier lugar del
mundo, tenemos también una gran responsabilidad, pues nuestro prójimo ahora es
cualquier ciudadano del orbe.
Por tanto, hoy la
solidaridad se manifiesta en el afán de cada uno por ser un lector activo, que
da seguimiento a estos “genocidios” y que mediante pide soluciones, al menos
participando en las redes sociales.
En cambio, cuando
la tragedia de un pueblo –no importa de qué latitud, ni de qué raza o religión–
deje de ser objeto de nuestro seguimiento, y nos olvidemos de protestar y pedir
soluciones, nos habremos convertido en cómplices mudos.
* * *
La columna “Fe y
razón” cumple 10 años de publicarse cada domingo de modo ininterrumpido. El
Autor agradece profundamente a todos los lectores su constante apoyo.
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