Año 11, número 517
Luis-Fernando Valdés
Presenciamos otro
Jueves Santo en el que el Santo Padre lava los pies a doce encarcelados. ¿Por
qué el Papa Francisco tiene ese gesto de humildad con quienes ha cometido
crímenes y dañado a inocentes?
El Pontífice
argentino realizó el lavatorio de pies a 12 detenidos, hombres y mujeres, de la
cárcel de Rebibbia, a las afueras de Roma. Habías dos mujeres nigerianas, una
congoleña, dos italianas, una ecuatoriana y al hijo de una de ellas. También a
un hombre de nacionalidad brasileña, a otro nigeriano y a cuatro italianos. [noticia
aquí]
¿Qué significado
tiene esta acción? De entrada, nos puede parecer un signo desproporcionado que
el Vicario de Cristo tenga esta deferencia hacia unas personas que han cometido
delitos. ¿Los está premiando por sus crímenes?
No. En realidad,
el Santo Padre les está “devolviendo” la dignidad a los presos. En efecto, las
personas que han cometido un delito se han dañado a sí mismas; en cierto modo,
han renunciado a ser plenamente humanas. Y con este gesto, el Papa les dice que
esa dignidad sigue en ellos, aunque ahora ellos mismos no la sepan reconocer.
No pocos de los
sistemas carcelarios actuales suelen tratar a los delincuentes (y también a los
“presuntos” criminales) como a seres sin dignidad. Desafortunadamente, en
muchos casos, cuando una persona ingresa en un centro penitenciario, es considerada
como si ya fuera un humano inferior, sin dignidad ni derechos; y así se
justifican los malos tratos.
Con esta
celebración del Jueves Santo en una prisión romana, el Pontífice les envía un
mensaje a todos los encarcelados del mundo: que aunque sus crímenes no tienen
justificación, su dignidad personal no ha desaparecido.
Francisco lleva el
Evangelio a las periferias existenciales, a esos lugares donde la dignidad
humana se ve comprometida, como las villas miserias, el desempleo… y también
las cárceles. Y, a lavar los pies de los presos, está predicando el Evangelio
de la misericordia, que se dirige a todas las personas, empezando por los más
necesitados de perdón y de comprensión.
Pero este mensaje
del Papa no se dirige sólo a los que trabajan en las cárceles, más bien va
dirigido a toda la sociedad, porque nuestra mentalidad contemporánea considera casi
siempre a los criminales como seres indeseables que no merecen perdón ni
respeto.
Pero esto no es
así. Los reos ante todo son personas y tienen dignidad, aunque ellos mismos
hayan renunciado a ella, incluso aunque ellos se la hayan despojado a los
inocentes. Por eso, los criminales no pueden ser tratados como seres sin
derechos fundamentales.
Cuando en la
Semana Santa hablamos de “redención”, nos referimos al hecho de que Jesús se
somete a la injusticia y se deja tratar con un ser sin dignidad, precisamente
para devolver la dignidad a los pecadores, a los delincuentes. Con la Cruz,
Jesucristo nos dice que, por los méritos de sus sufrimientos, cada criminal
puede volver a vivir de acuerdo a su dignidad original.
Y eso es lo que debe
saber todo culpable: que mediante el arrepentimiento puede dejar su antigua
vida errada, porque su propia dignidad lo está esperando. Lo que el delincuente
necesita es esta redención: la oportunidad de recuperar su estado originario.
Sin esta noción de
redención, que devuelve al culpable su dignidad, las cárceles son un infierno;
sin esta redención, la sociedad no se vuelve más justa sino injusta, ya que
institucionaliza la venganza hacia el criminal. El Papa Francisco lavó los pies
de los criminales para que la dignidad humana no quede encarcelada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Compártenos tu opinión