Año 11, número 509
Luis-Fernando Valdés
El Papa Francisco
reconoció como mártir a Monseñor Romero y autorizó su beatificación. Es muy
conocida la faceta pastoral y social del nuevo beato, pero pocos conocen su
perfil espiritual.
El pasado martes 3
de febrero, el Santo Padre autorizó
la promulgación del decreto
sobre el martirio del arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo de
1980 mientras celebraba la misa.
Óscar
Arnulfo Romero Galdámez nació el 15 de agosto de 1917, en Ciudad Barrios
(El Salvador). Fue el segundo de ocho hermanos. Fue un niño piadoso e ingresó
al seminario a los 13 años, a los 20 inició sus estudios de teología en Roma y
fue ordenado sacerdote a los 24. Pablo VI lo nombró obispo auxiliar de San
Salvador en 1970, luego obispo de Santiago de María (1974) y después Arzobispo
de San Salvador (1977).
Por las polémicas
en torno a su asesinato, la opinión pública ha puesto poca atención a la
dimensión mística del nuevo beato, que era un hombre de oración. Y muy ligada a
su vida espiritual se encuentra su relación con el Opus Dei, institución que
conoció cuando era párroco en la ciudad de San Miguel.
El entonces
párroco tenía dirección espiritual con un sacerdote del Opus Dei, y ayudó a
poner en marcha la primera residencia universitaria de esta institución en El
Salvador, en 1960. [ver aquí]
En 1970, con
motivo de su nombramiento episcopal, Óscar Romero viajó a Italia, y fue a
conocer a san Josemaría a la sede central del Opus Dei en Villa Tevere. El
Fundador estuvo conversando con gran afecto con él; y como conocía bien su
trabajo y la situación de tensión que se vivía en El Salvador, se preocupó y
puso los medios para que le ayudaran a descansar durante aquellos días en la
Ciudad Eterna. [ver
aquí]
El 12 de julio de
1975, dos semanas después de la muerte Mons. Escrivá de Balaguer, el obispo
Romero envió una carta al Papa Pablo VI pidiendo la beatificación y
canonización del Fundador del Opus Dei.
En la misiva,
Romero afirma que tuvo la dicha de conocerle personalmente “y de recibir de él
aliento y fortaleza para ser fiel a la doctrina inalterable de Cristo y para
servir con afán apostólico a la Santa Iglesia Romana”.
Y concluye
diciendo: “Desde hace muchos años conozco el trabajo de la Obra aquí en el
Salvador y puedo testimoniar el sentido sobrenatural que lo anima y la
fidelidad al Magisterio que lo caracteriza”. [ver aquí:
baje a la mitad de la página]
Con ocasión del
50º aniversario de la Fundación del Opus Dei, Mons. Romero envió una afectuosa
carta al sucesor de San Josemaría, Mons. Álvaro del Portillo, recientemente
beatificado.
El arzobispo
salvadoreño, en una homilía (23 dic 1979), leyó la respuesta de don Álvaro y
comentó: “Me
alegro mucho de que esa fuerza del Opus Dei no es al margen ni paralela, sino
que está en plena línea con nuestra pastoral Arquidiocesana”. (Vatican Insider,
3
oct 2014)
La última
actividad del obispo mártir antes de ser asesinado fue participar en una
convivencia organizada por sacerdotes del Opus Dei, como solía hacer con
frecuencia. Mons. Fernando Sáenz, entonces Vicario del Opus Dei en El Salvador,
y luego Arzobispo de San Salvador, narró en 1995, esos últimos momentos. [Ver
aquí]
En su escrito,
Mons. Sáenz destaca que, aunque muchos sólo conocían sus audaces comentario
semanales “sobre los dramáticos hechos que estaban turbando la vida del país,
era un obispo bueno y sencillo, y su vida de piedad era patente”.
Y en días
recientes, el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, declaró su alegría
por la beatificación del arzobispo mártir. Hago mía su afirmación: “Estoy
seguro de que monseñor Óscar Romero va a ser un santo muy querido”.
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