Año 11, número 506
Luis-Fernando Valdés
Esta semana, la
escena internacional nos ha puesto en primer plano el tema religioso. Fueron
sepultados los dibujantes asesinados en Francia por terroristas islámicos. La sensibilidad
religiosa y la libertad de expresión quedaron en dialéctica. ¿Habrá una
solución?
Cuando se nos
presentan de modo antagónico la libertad de opinión y la violencia para exigir
respeto a las creencias religiosas, la solución consiste en volver al
fundamento de ambas, que es el respeto a la dignidad de la persona. Cada ser
humano es único e irrepetible, porque tiene una naturaleza espiritual.
Sólo después, en
función de esta dignidad, se ubican tanto el respeto a las creencias y los
valores como el cuidado de la libre manifestación de las ideas. La dignidad
personal puede ser atropellada de dos maneras: por una libertad que insulta al
otro, y por el que mata por sentirse insultado.
1) Nunca es bueno ni correcto matar a nombre de
Dios. Mientras se llevaban a cabo los funerales de los miembros de la
revista satírica, el Papa Francisco hizo un viaje apostólico a Sri Lanka y
Filipinas.
Antes de partir,
el Pontífice aprovechó un encuentro
con el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede para volver a pedir
a los líderes políticos y religiosos mundiales, “especialmente a los
musulmanes”, que condenen “cualquier interpretación fundamentalista y
extremista de la religión que pretenda justificar actos de violencia” como los
perpetrados días atrás en París.
El Santo Padre
aseguró también que, en el fondo, “el fundamentalismo religioso rechaza a Dios,
relegándolo a mero pretexto ideológico”.
2) Los abusos de la libre expresión. Esta
semana la Charly Hebdo vendió millones de ejemplares. Sin duda fue una
manifestación popular de rechazo a la violencia y de tutela a la libertad de
expresión. Pero, quizá sin pretenderlo se puede interpretar también como un
mensaje de que esta libertad está por encima de los sentimientos y valores de
las personas.
Ante el atentado a
la revista satírica hay dos aspectos, que es importante no confundir. No se
trató de una masacre contra la libertad de expresión, sino una horrible y nunca
justificada respuesta ante el atropello de la sensibilidad religiosa.
Es deplorable el
homicidio de cualquier persona con motivo de sus opiniones, pero estos
asesinatos no convierten en algo bueno las faltas de respeto cometidas por los
dibujantes. El fundamentalismo religioso fue una reacción contra el abuso de la
liberta de expresión.
Cuestionado sobre
este atentado en París, durante la conferencia
de prensa en el avión rumbo a Filipinas, el Papa Francisco condenó la
violencia a nombre de la religión y, a la vez, rechazó que sea bueno burlarse
de las creencias de los demás.
Afirmó por una
parte que, “cada uno tiene el derecho de practicar la propia religión, sin
ofender, libremente... no se puede ofender, hacer una guerra, matar en nombre
de la propia religión, en nombre de Dios”.
Y por otra, habló
de “la obligación de decir lo que se piensa para ayudar al bien común... pero
sin ofender. (…) no se puede provocar, no se puede insultar la fe de los
demás... Hay un limite, y en la libertad de expresión también hay limites”.
Cuando estos límites
se traspasan, se convierten en un abuso de esa libertad. Y el abuso nunca debe ser apoyado, sino tolerado. Debe pues quedar claro que condenamos a
los terroristas por ser intolerantes, pero que no canonizamos a las víctimas de
la revista como mártires de la libertad de expresión, al menos no de aquella libertad que respeta la sensibilidad del otro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Compártenos tu opinión