Año 10, número 452
Luis-Fernando Valdés
Cada vez que
iniciamos un nuevo año, la ilusión de todos es que venga la paz. Pero la
historia nos muestra que cada año se multiplican los conflictos bélicos. ¿Hay
alguna fórmula eficaz para que advenga la concordia en este 2014?
La preocupación
por la paz del mundo es compartida por todos los ciudadanos y por muchas
instituciones, como la Academia Sueca que otorga el Premio Nobel de la Paz. A
ese mismo esfuerzo se une, el primer día de cada año, la Santa Sede con la
Jornada Mundial de la Paz.
En esta ocasión,
el Papa Francisco por primera vez pronunció su mensaje por la concordia de las
naciones y las personas. Con gran visión, el Santo Padre centró su mensaje en
un punto de partida que es asequible a todos: en la fraternidad que es el
fundamento y camino de la paz. En efecto, el deseo de una vida plena, que está
en el corazón de toda persona, siempre incluye un “un anhelo indeleble de
fraternidad” (Mensaje
Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2014, n. 1a).
Para captar mejor
esta realidad es importante recordar que la guerra no se le limita a los
conflictos armados, sino que abarca también “otras guerras menos visibles, pero
no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios
igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas” (cfr. n. 1d).
De manera que, en
el interior de cada uno de nosotros y en nuestro entorno cercano, con
frecuencia también puede faltar la paz. Y mientras no haya paz ahí, en lo más
profundo de nosotros y de nuestro ambiente, no podrá haber concordia en nuestro
País ni en el mundo.
Para que la armonía
esté presente en el entorno de cada uno es necesaria la fraternidad, y esta hermandad
no es un invento social para no destruirnos unos a otros, sino que está
arraigada en los más profundo de nosotros mismos.
En efecto, todos
sabemos que para llevar una vida plena necesitamos convivir con los demás, ver
en ellos “no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer”
(n. 1a). Y esto responde a una dimensión natural en el ser humano que es el
aspecto relacional.
Y precisamente
ahí, señala el Papa Bergoglio, radica la posibilidad de la paz. “La viva
conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada
persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin ella, es
imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera”
(n. 1b).
Sólo desde esta
fraternidad, habrá un fundamento y un camino para la paz (n. 4), se podrá
vencer la pobreza (n. 5), la economía estará al servicio del hombre (n. 6), la
guerra se extinguirá (n. 7), y se contribuirá a cuidar la naturaleza (n. 8).
Sin embargo, el
Santo Padre es muy claro al advertir que esta fraternidad no será posible si
“se ignora la dimensión trascendente del hombre” (cfr. 10), es decir, que hace
falta recurrir a una “paternidad” común, que dé fundamento a esta
“fraternidad”, “ya que una fraternidad privada de la referencia a un Padre
común, como fundamento último, no logra subsistir” (n. 1f).
Dado que “una
verdadera fraternidad entre los hombres supone y requiere una paternidad
trascendente” (n. 1f), para conseguir la paz hace falta cultivar a la dimensión
religiosa del ser humano, porque sólo ahí podemos descubrir en Dios al Padre
común que nos hace hermanos y nos permite hacernos “prójimo” del otro.
2014 será el año
de la paz, sólo si cada uno redescubrimos esta dimensión religiosa,
sobrenatural, de nuestra relación con los demás. Y entonces, cuando demos armonía
a nuestro entorno, podremos aspirar a la concordia del mundo.
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