Año 10, número 454
Luis-Fernando Valdés
La Santa Sede
presentó informe ante la ONU sobre los abusos a menores por parte de
eclesiásticos. Durante la comparecencia, el Vaticano tuvo que responder por los
casos de encubrimiento. ¿Podrá la Iglesia superar esta profunda crisis?
Mons. Tomasi y Mons. Scicluna, durante la comparecencia de la Santa Sede en la ONU (Ginebra). |
Monseñor Silvano
Tomasi presentó el pasado 16 de enero el informe de la Santa Sede ante el
Comité de las Naciones Unidas de Ginebra sobre la aplicación de la Convención
para los derechos del niño.
En realidad, no se
trata de un juicio penal o administrativo contra la Iglesia católica, sino de
la aplicación tanto de la convención firmada por el Vaticano en 1990 como de
los otros dos “protocolos opcionales” signados en 2001. A finales de noviembre
del año pasado, como prevé la normativa, la Santa Sede envió a Ginebra una
respuesta por escrito a las preguntas de la ONU.
Ese cuestionario fue
respondido en esa sesión en vivo en Ginebra. Las cuestiones se centraron en los
casos de pederastia y de maltrato de menores en la Iglesia de Irlanda, España y
México (especialmente en relación con el fundador de los Legionarios de Cristo,
Marcial Maciel Degollado).
Durante la presentación,
el arzobispo Silvano Tomasi, embajador del Vaticano ante la ONU en Ginebra, manifestó
que la Iglesia católica “está ansiosa por convertirse en un ejemplo de ‘best
practices’ en esta importante empresa [de proteger a los menores]”.
Y afirmó que la
Santa Sede da la bienvenida a cualquier “sugerencia que la Comisión quiera
presentar a la Santa Sede para la promoción” y “el respeto a los derechos del
niño” y la “aplicación efectiva de las disposiciones de la Convención y sus
Protocolos”. [Noticia,
noticia2,
noticia3]
¿Corresponde esta
declaración de Mons. Tomasi con la práctica de la Santa Sede, o será retórica
para salir del paso? Los hechos le dan la razón. Veamos un par de ejemplos.
Al día siguiente
de esta audiencia en Ginebra, al agencia AP reveló un informe del Vaticano, en
que se detalla que el papa emérito Benedicto XVI destituyó durante su pontificado
a casi 400 sacerdotes en dos años por abusar sexualmente de niños.
Estas estadísticas,
compiladas de los propios reportes anuales del Vaticano sobre las actividades
de sus distintas oficinas, corresponden a los años 2011 (con 260 bajas) y 2012
(con 124). Las bajas en esos dos años superan a los 170 sacerdotes destituidos
entre 2008 y 2009. [AP,
17 enero 2014]
Una segunda
muestra. El mismo día de comparecencia, el Papa Francisco, en la homilía de la
Misa en Santa Marta, manifestó su rechazo por los eclesiásticos que cometen
estos delitos. El Santo Padre aludió sin mencionarlos a los sacerdotes corruptos:
“¡Sabemos dónde están! Escándalos, algunos, que han hecho pagar tanto dinero:
está bien; se debe hacer así porque son ¡la vergüenza de la Iglesia!”
El Pontífice
explicó que esos clérigos corruptos no tenían contacto con la Palabra de Dios:
“¡No tenían un lazo con Dios! Tenían una posición en la Iglesia, una posición
de poder, también de comodidad. ¡Pero no la Palabra de Dios!” [News.va,
16 enero 2014]
Ante las acciones
de los últimos Papas, y las acciones de la Santa Sede, es patente que a nivel
institucional la Iglesia ya no encubre a los sacerdotes pedófilos, y que su
enfoque está ahora centrado en ayudar a la víctima.
Además, las
políticas para admitir candidatos al sacerdocio son más estrictas en el tema de
la formación en la afectividad. De esta manera, seguramente la credibilidad de
la Iglesia se recuperará y los casos de abusos disminuirán. Pero sería ingenuo
pensar que el pecado desaparecerá… y que las culpas de los clérigos algún día
dejarán de ser noticia.
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