Año 9, número 440
Luis-Fernando Valdés
En un día lleno de
significado para los judíos italianos, el Papa declaró al Rabino Jefe de Roma que
un cristiano no puede ser antisemita. ¿Fue una frase de compromiso? ¿qué tiene
que ver con la vida diaria de los católicos?
El Santo Padre, con motivo de los 70 años de la deportación de judíos de Roma, repitió que un cristiano nunca puede ser antisemita. |
El Santo Padre
recibió a una delegación de la comunidad judía de Roma, presidida por el Rabino
Riccardo di Segni, el pasado 10 de octubre, con ocasión del 70 aniversario de
la deportación de los judíos de la capital italiana, durante la Segunda Guerra
Mundial.
El Santo Padre
está bastante familiarizado con el Pueblo judío. En su época de Cardenal de
Buenos Aires estuvo en contacto con el Rabino Abraham Skorka, con el que
sostuvo una serie de diálogos, que luego se recogieron en un libro. De igual
manera, a las pocas horas de ser elegido Sucesor de Pedro, hizo llegar al
Rabino Jefe de Roma un saludo y la invitación a la ceremonia de inicio de
Pontificado.
El breve
discurso que pronunció en la reunión de hace unos días contiene importantes
enseñanzas, que afectan a la vida de los católicos, porque estas enseñanzas
papales condensan las orientaciones que los fieles deben conocer sobre su
relación con los judíos.
a. El Papa reconoció
que la historia de la convivencia entre la comunidad judía y cristiana estuvo
marcada a menudo “por incomprensiones y también por auténticas injusticias”.
Pero, también destacó que ha habido un cambio, ya que es “una historia que, con
la ayuda de Dios, ha conocido desde hace muchas décadas el desarrollo de relaciones
amigables y fraternas”.
b. El Santo Padre condenó
el antisemitismo y exhortó “a no bajar la guardia en contra del antisemitismo y
en contra del racismo, provenga de donde provenga”. Expresó que este 70º
aniversario de la deportación, “será la ocasión para mantener siempre alerta
nuestra atención, para que no vuelvan a la vida, bajo ningún pretexto, formas
de intolerancia y de antisemitismo, ni en Roma ni en el resto del mundo.”
Y con fuerza
reiteró la postura actual de la Iglesia: “Lo he dicho otras veces y quisiera
repetirlo ahora: es una contradicción que un cristiano sea antisemita. Un poco
sus raíces son judías. ¡Un cristiano no puede ser antisemita! ¡Que el
antisemitismo sea desterrado del corazón y de la vida de todo hombre y de toda
mujer!”
c. Es importante
destacar la referencia explícita a Pío XII. A finales de los años g0, comenzó
una corriente que acusaba a aquel Pontífice de no haber hecho nada por judíos
durante la Segunda Guerra. La historia reciente lo ha revindicado y la postura
de muchos hebreos ha cambiado.
Francisco, delante
del Rabino romano, recordó la acción y la ayuda a los judíos promovida por fieles
laicos y clérigos con el beneplácito de Pío XII. Además, dijo, “sabemos que
muchos institutos religiosos, monasterios y las mismas basílicas papales,
interpretando la voluntad del Papa, abrieron sus puertas para una fraterna
acogida, y que muchos cristianos comunes ofrecieron la ayuda que podían dar,
por pequeña o grande que fuera”.
Siguiendo los
pasos de sus antecesores, el Papa Francisco ha dado una línea clara a los
católicos sobre la relación con el Pueblo judío: pasar de la incomprensión a la
fraternidad, honrar nuestras raíces comunes en la cuales no cabe el
antisemitismo y, a la vez, reconocer e imitar a tantos católicos que tendieron
una mano a sus hermanos judíos cuando éstos fueron perseguidos.
Los tiempos han
cambiado. Somos testigos que cuando las religiones dialogan, cuando los fieles
de una y otra fe se ayudan mutuamente, la religión ya no es motivo de guerra
sino de paz.
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