Año 9, número 402
Luis-Fernando Valdés
Reunido con todos
los embajadores de los países representados ante la Santa Sede, Benedicto XVI
pronunció recientemente un importante discurso de exhortación a la paz en el
Mundo. El Pontífice lamentó que haya violencia a nombre de Dios, pero ¿no son
acaso las religiones las que provoca esos fanatismos?
El Santo Padre
glosó una conocidas palabras del Evangelio de San Lucas: “Gloria a Dios en el
Cielo y paz en la tierra a los hombres” (Lc 2,14). Y explicó que existe una “estrecha
relación entre Dios y el deseo ardiente del hombre de cualquier época de
conocer la verdad, de practicar la justicia y vivir en paz” (Discurso,
7.I.2013).
Benedicto XVI lee su discurso sobre la paz a los embajadores ante la Santa Sede (7.I.2013) |
Pero con mucho
realismo, el Papa aceptó que hoy día, en nuestra cultura occidental, se nos
hace creer que la verdad, la justicia y la paz son una utopía y que se excluyen
mutuamente. En efecto, para muchos hoy parece imposible conocer la verdad; y, según
otros, cuando alguno afirma tenerla, se corre un gran riesgo de desembocar en
la violencia.
Por eso, en los
países de tradición occidental, para evitar los conflictos a nombre de la
verdad o de la fe, el empeño por la paz consistiría en un esfuerzo civil para buscar
“compromisos” que garanticen la convivencia entre los pueblos.
Pero el Papa
teólogo propone la vigencia de la visión cristiana de la paz, y afirma que Dios
debe estar presente en la búsqueda de la paz: “existe un vínculo íntimo entre
la glorificación de Dios y la paz de los hombres sobre la tierra”, de modo que
la paz no es fruto de un simple esfuerzo humano sino que participa del mismo
amor de Dios.
Benedicto XVI
explica que es la falta de la referencia a Dios y a la verdad lo que engendra
la violencia. En efecto, “¿cómo se puede llevar a cabo un diálogo auténtico
cuando ya no hay una referencia a una verdad objetiva y trascendente? En este
caso, ¿cómo se puede impedir el que la violencia, explícita u oculta, no se
convierta en la norma última de las relaciones humanas?” Y es que sin una
apertura a la trascendencia, es fácil caer en el relativismo, que dificulta al
hombre actuar con justicia y trabajar por la paz.
El Pontífice luego
le da la vuelta al prejuicio que afirma que la violencia proviene de las
religiones, ya que se empeñan en sostener que cada una tiene la verdad
absoluta. El Papa alemán aclara que la ignorancia del verdadero rostro de Dios
es la causa del fanatismo religioso, el cual es “una falsificación de la
religión misma, ya que ésta por el contrario busca reconciliar al hombre con
Dios, iluminar y purificar las conciencias y dejar claro que todo hombre es
imagen del Creador”.
Y bellamente
concluye el Santo Padre su mensaje: “Así pues, si la glorificación de Dios y la
paz en la tierra están estrechamente relacionadas entre ellas, es evidente que
la paz es, al mismo tiempo, don de Dios y tarea del hombre, puesto que exige su
respuesta libre y consciente”.
Ciertamente, compete
ante todo a las autoridades civiles y políticas la grave responsabilidad de
trabajar por la paz, pero esto no excluye la referencia a la verdad y a la fe.
Existe una verdad sobre el hombre, que la mente humana puede conocer y
comprender: el ser humano tiene dignidad por sí mismo, que nadie tiene derecho
a atropellar.
Hay que reconocer
que Benedicto XVI sigue poniendo las bases intelectuales para devolver a Dios
su puesto en el escenario de las relaciones diplomáticas, al distinguir entre
la verdadera fe que lleva a defender al hombre y la falsa fe que empuja al
fanatismo religioso.
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