Año 9, número 401
Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI ha
hecho una apuesta fuerte por la familia. Afirma contundente que ésta está
constituida por el padre, la madre y los hijos, y excluye otros modelos. ¿Es
mera intransigencia hacia la cultura de género?
El pasado día 21
de diciembre el Papa tuvo la acostumbrada reunión con la Curia romana con
motivo de la Navidad, durante la cual Benedicto XVI destacó como momentos
importantes del 2012 –además de su viaje a México y Cuba– su participación en
el Encuentro Mundial de las Familias en Milán.
La presencia de miles
de familias en esa reunión, para el Papa, “ha puesto de manifiesto que, a pesar
de las impresiones contrarias, la familia es fuerte y viva también hoy” (Discurso,
21.XII.2012). Sin embargo, el Santo Padre afirmó que “es innegable la
crisis que la amenaza en sus fundamentos, especialmente en el mundo occidental”
(Ibídem).
Es muy importante
destacar que el Papa no se refiere sólo al ‘hecho’ que haya familias que se han
separado (por viudez, divorcio, migración, etc.), sino más bien al nuevo ‘concepto’
de familia que se está introduciendo en Occidente.
El Papa teólogo va
al fondo de la cuestión: “el tema de la familia no se trata únicamente de una
determinada forma social, sino de la cuestión del hombre mismo; de la cuestión
sobre qué es el hombre y sobre lo que es preciso hacer para ser hombres del
modo justo” (Ibídem).
Una primera alerta
es hacia el individualismo. Cuando el establecimiento de vínculos estables se
entiende como una amenaza a la libertad y la autorrealización, el hombre se
encierra en su “yo” y así ya no se puede realizar.
La
autorrealización se logra en la entrega de uno mismo a los demás: empezando por
los padres y los hijos. Por eso, afirma el Papa, “con el rechazo de estos lazos
desaparecen también las figuras fundamentales de la existencia humana: el
padre, la madre, el hijo; decaen dimensiones esenciales de la experiencia de
ser persona humana” (Ibídem).
La segunda señal
de alarma hace referencia a la ideología de género. En este tema, el Papa
Ratzinger se apoyó en el estudio realizado por el gran rabino de Francia,
Gilles Bernheim, quien afirma que el problema de un nuevo concepto de familia pone
en riesgo lo que significa realmente ser hombres.
El Gran Rabino de Francia, Guilles Berheim, defende la familia para defender al hombre. |
Explica el Rabino
que hoy se presenta bajo el lema “gender” a una nueva filosofía de la
sexualidad, que se puede resumir así: “Mujer no se nace, se hace” (Simone de
Beauvoir). Según esta corriente, el sexo ya no es un dato originario de la
naturaleza, sino un ‘papel social’ que cada decide autónomamente.
El hombre niega
tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser
humano y decide que es él mismo quien se debe crear su identidad sexual. Para esta
ideología ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: “Hombre y
mujer los creó” (Génesis 1,27).
Entonces tampoco
la familia sería una realidad preestablecida por la creación. Y así los hijos pierden
el puesto y la particular dignidad que hasta ahora les correspondía. Bernheim
muestra los hijos pasan de ser ‘sujeto jurídico’ a ser ‘objeto’, al cual se
tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir (como
cualquier mercancía).
Benedicto XVI no
es un intransigente. Se da cuenta que en la lucha por la familia está en juego
el hombre mismo, y levanta la voz para protegerlo, como lo hace también el
Rabino Bernheim. La lección es clara: “cuando se niega a Dios, se disuelve
también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre”.
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