Año 8, número 383
Luis-Fernando Valdés
El riesgo de una
sobrepoblación del planeta llevó a los Gobiernos de los países asiáticos a
implementar durante décadas medidas para disminuir el índice de demográfico.
Pero el resultado no fue el esperado. Ahora mismo, Asia padece las
consecuencias: es el continente de los ancianos, y corre el peligro de
despoblarse. ¿Es posible revertir la situación?
Asia es la región
más avejentada del mundo, debido a una fertilidad extremadamente baja y
sostenida; además, este continente posee los ritmos más acelerados de
envejecimiento y los mayores índices de desequilibrio entre los sexos, pues a
causa del aborto selectivo de niñas se calcula que faltan ahí unos cien
millones de mujeres.
Como es evidente,
las naciones asiáticas han buscado poner un remedio a esta situación, pero lo
han hecho a medias, porque pretenden detener la caída de la natalidad sin
retirar las medidas antiguas, que han llevado a la disminución de la población.
Durante la inauguración de la 2ª Conferencia sobre población en Asia (26.VIII.2012). |
Parte de estos
esfuerzos para revertir la tendencia a la baja ha sido la reciente reunión de demógrafos
asiáticos destacados, expertos en población y personal de la ONU, en Bangkok, la
semana pasada [2nd Assian Population Association Conference]. El objetivo fue abordar la crisis de envejecimiento de la región;
sin embargo, uno de cada cuatro trabajos presentados en este congreso tuvo por
tema el aborto, la anticoncepción y la “salud sexual y reproductiva”. [Friday
Fax, 31.VIII.2012]
Llama la atención
de que la mayoría de las naciones asiáticas conserve las políticas
antinatalistas, y que las soluciones ofrecidas por los expertos sigan girando
en torno a la reducción de la población. En el fondo, no se ha superado el
paradigma maltusiano.
Aunque hay un caso
especial. Corea del Sur ha tomado una medida para detener la caída de la
población, que consiste en la prohibición del aborto. El tribunal supremo de este
país ratificó la semana pasada la prohibición del aborto en ese país, que rige
desde hace 59 años. Es sintomático que el activismo “pro vida” sudcoreano ha
sido liderado por ex abortistas.
Este panorama de
alarmante descenso de la población no es exclusivo de Asia. También es un
riesgo claro para Europa. En algunas provincias de España, por ejemplo, el
índice de defunciones ya supera al de nacimientos. Esto significa en pocas
décadas, las actuales minorías de migrantes de esas regiones se convertirán en
la mayoría de la población, dado pie a la eventual desaparición de la cultura
ibérica.
En México ya está
ocurriendo el fenómeno de la disminución de la población. En las pasadas
elecciones del 2 de julio, el número de votantes jóvenes ha sido el más grande
de la historia, pero esto no se repetirá dentro de seis años, porque ahora hay
menos niños.
La disminución de
la población es un problema mundial acuciante. Cada vez se incrementará el
número de ancianos, que tendrán que ser sostenidos económicamente por un número
menor de jóvenes.
Hace falta una reflexión
crítica ante estos fenómenos. La ideología antinatalista era una apuesta al
“bienestar”, que se basaba en que los recursos del planeta no alcanzarían para alimentar
a toda la gente y para permitirle una vida de calidad. Para revertir esta
tendencia, se requiere un nuevo esquema económico, basado en las personas y no
en el consumo.
Ya disminuyó la
población y lejos de alcanzar ese bienestar, lo que vemos es el mundo en riesgo
de una “implosión” demográfica, que conllevará migraciones y disminución en la
generación de recursos, por falta de empleados. Ojalá sepamos aprender la triste
lección asiática, antes de que sea tarde.
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