Año 8, número 271
Luis-Fernando Valdés
A pesar de semanas
turbulentas por el escándalo vaticano de la filtración de documentos, el Papa
alemán llevó a cabo un evento al que le apostó todo: el VII Encuentro Mundial de las Familias,
en Milán. Y de nuevo Benedicto XVI hizo una declaración muy provocadora: que
hoy es posible la fidelidad matrimonial. ¿Acaso este reto a la cultura contemporánea
no suena como una utopía?
Aunque los
“Vatileaks” siguen en los medios, Benedicto XVI continúa con su programa
pastoral, ahora mediante este Congreso en la capital lombarda (2 y 3 junio).
Como observa Sandro Magister, en Milán, “lejos de la curia vaticana, aparece el
auténtico perfil de Benedicto XVI. Nada actúa como pantalla opaca. Su coloquio
con la multitud es directo. Su palabra llega intacta a quien lo escucha”. [Chiesa,
3.VI.2012]
Hemos visto a un
Papa recibido y ovacionado por un millón de personas. Hemos escuchado con
interés a un Joseph Ratzinger que cuenta espontáneamente recuerdos sobre su
infancia y su familia, y nos dice que su vida familia era para él un “paraíso”.
Este Congreso nos
ha permitido conocer el corazón del Pastor de la Iglesia Católica, que cree en
Dios y cree también en el hombre. En el tema de la fidelidad conyugal es donde
se puede ver con suma claridad que el Papa tiene una gran confianza en el ser
humano.
Hoy día, para
muchos la fidelidad es un contrasentido, pues consideran que la libertad
personal no puede tener ningún límite, ni siquiera ése. Para otros tantos,
cuando el amor se va, ya no tendría caso que los cónyuges sigan unidos.
Un conocido autor
católico, Vittorio Messori, ilustra las grandes dificultades del amor fiel.
Sostiene que “desde el punto de vista sólo humano, defender este tipo de
familia es imposible: por naturaleza, es difícil que un hombre sea fiel a la
misma mujer hasta la muerte. (…) La nuestra es una apuesta por la fe que, para
los no creyentes resulta justificadamente ‘insensata’.” [Vatican Insider, 2.VI.2012]
Ante este panorama
contemporáneo, la apuesta de Benedicto XVI por el hombre resulta gigante. Durante
el Encuentro, una pareja de novios de Madagascar manifestó su temor ante el
“para siempre” que implica el matrimonio, y el Papa les explicó que es el
enamoramiento el que no permanece para siempre.
En cambio, “el
sentimiento del amor ha de ser purificado, debe recorrer un camino de
discernimiento, esto es, deben entrar en juego también la razón y la voluntad.
(…) En el rito del matrimonio, la Iglesia no pregunta: ‘¿Estás enamorado?’,
sino: ‘¿Quieres, estás decidido?’. Es decir, el enamoramiento debe convertirse
en amor verdadero, (…) de tal modo que realmente todo el hombre, con todas sus
capacidades, con el discernimiento de la razón y la fuerza de voluntad dice:
‘Sí, ésta es mi vida’.” [Vatican Information Service, 2.VI.2012]
El Santo Padre está
convencido de que las facultades superiores –la razón y la voluntad– son
capaces de sostener con firmeza un sí durante toda la vida. Y esto es posible “porque
el amor es absoluto, quiere todo y, en consecuencia, también la totalidad del
tiempo: es ‘para siempre’.”
¿Quién cree más en
el hombre de hoy? ¿El Papa o aquéllos que sostienen que el ser humano está
sometido a la fuerza ciega de la pasión amorosa, la cual aparece y desaparece?
¿Benedicto XVI o aquéllos que afirman que la libertad no es capaz de
comprometerse “para siempre”?
En el fondo,
afirmar que la fidelidad conyugal no es posible equivale a no confiar en el ser
humano, ni en su capacidad de superar las adversidades o el egoísmo. Por eso,
esta llamada del Romano Pontífice al amor fiel lo convierte en un auténtico
defensor del hombre.
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