domingo, 17 de junio de 2012

Divorcio: entre anatemas y respuestas


Año 8, número 372.
Luis-Fernando Valdés

No es frecuente que un evento reúna a un millón de personas. Benedicto XVI lo consiguió en Milán, para hablar de la familia tradicional. Pero, en un mundo globalizado y multicultural, ¿no resulta un modelo difícil de alcanzar, incluso para los católicos?

Benedicto XVI saluda a una familia, en el
 "Encuentro de las Familias" en Milán, 2012.
El ambiente de algarabía del VII Encuentro Mundial de las Familias tuvo momentos muy emotivos por parte del Papa, como en la “Fiesta de los testimonios”, una velada en la que una familias de cada continente le hizo una pregunta al Santo Padre. Benedicto XVI de antemano conocía estas cuestiones pero les respondió improvisando.

Un matrimonio brasileño formado por Marta Maria y Manoel Angelo Araujo, dedicado a la consultoría de parejas, abordó un tema que es una “herida” en el seno de la Iglesia: el rechazo de la Comunión eucarística a los divorciados que se han vuelto a casar, los cuales “se sienten excluidos, marcados por un juicio inapelable”.

Se trata de una cuestión clave, porque el problema de los católicos divorciados que no pueden recibir los sacramentos va en aumento. “Estos grandes sufrimientos –dijo Manoel Araujo al Papa– hieren en lo profundo a quien está implicado; heridas que se convierten también en parte del mundo, y son heridas también nuestras, de toda la humanidad”. Esta situación se tornado tan controversial, que el vaticanista Andrea Tornielli la compara con un “cisma” dentro de la Iglesia. [Sacri Palazzi, 3.VI.2012]

La respuesta de Benedicto XVI era más que esperada, por tantos de sus fieles que desean acercarse la práctica religiosa y son rechazados. ¿Pronunciaría un “anatema” en contra de ellos?

Pero las palabras del Papa Ratzinger fueron un alivio: sin cambiar la doctrina católica, animó a los divorciados vueltos a casar a estar cerca de la Iglesia. “Debemos decirles –contestó el Obispo de Roma– que la Iglesia les ama, y ellos deben ver y sentir este amor”.

Y pidió a las comunidades católicas que hagan “realmente lo posible para que sientan que son amados, aceptados, que no están ‘fuera’ aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía: deben ver que aun así viven plenamente en la Iglesia”. De manera que el cuidado pastoral de estas personas ya no puede ser tratado como un tema “tabú”, del que no se debiera hablar.

El Papa alemán indicó cómo debe ser la participación activa de los católicos divorciados y vueltos a casar. Explicó que aunque no puedan recibir la absolución, pueden ser escuchados por un sacerdote. “Además, es muy valioso que sientan que la Eucaristía es verdadera y participada si realmente entran en comunión con el Cuerpo de Cristo. Aun sin la recepción ‘corporal’ del sacramento, podemos estar espiritualmente unidos a Cristo en su Cuerpo. (…) Que encuentren realmente la posibilidad de vivir una vida de fe, con la Palabra de Dios, con la comunión de la Iglesia”.

Y como nos tiene acostumbrados, Benedicto XVI no eludió el tema escabroso, sino que habló directamente del sufrimiento que padecen los católicos divorciados y vueltos a casar. Les pidió que aprendan a “ver que su sufrimiento es un don para la Iglesia, porque sirve así a todos para defender también la estabilidad del amor, del matrimonio (…). Deben saber que precisamente de esa manera [sufriendo] sirven a la Iglesia, están en el corazón de la Iglesia”. [Ver respuesta completa]

Más allá de los escándalos de las filtraciones vaticanas, la figura de Benedicto XVI crece, porque muestra que es un Pastor que facilita las exigencias de la fe a las personas alejadas, sin traicionar la doctrina y sin prometer caminos fáciles.

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