domingo, 20 de mayo de 2012

Tradicionalismo en crisis


Año 8, número 368
Luis-Fernando Valdés

Las campanas vaticanas estaban listas para repicar, anunciando la reconciliación de los lefebvrianos con la Iglesia católica. Pero la reunión del Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), Mons. Fellay con los Cardenales de la Curia dio un giro inesperado. Sin embargo, este intento fallido pone al descubierto los verdaderos intereses de los involucrados.


Como es sabido esta Fraternidad fue fundada por Mons. Marcel Lefebvre, quien en 1988 se separó de Roma, al ordenar cuatro obispos sin mandato pontificio. Desde entonces, han tenido lugar diversas negociaciones para que esta comunidad cismática vuelva a la comunión con la Santa Sede.

Mons. Fellay, Superior de la FSSPX.
En años recientes, Benedicto XVI levantó la excomunión a los cuatro obispos cismáticos, que pedían esta remisión para seguir negociando (21.I.2009). El 14 de septiembre de 2011, como condición para la unión, el Vaticano le propuso a la FSSPX la firma de acuerdo doctrinal, con el cual esta comunidad debería aceptar la validez del Concilio Vaticano II. [VIS, 26.I.2009 y 14.IX.2011]

En el pasado 17 de abril, Mons. Fellay envió su respuesta a Roma sobre la posición de la FSSPX, y el reciente 16 de mayo, se reunión con un grupo de Cardenales para concretar la reconciliación. Sin embargo, una ruptura al interior de la Fraternidad ha impedido que se lleve a cabo la ansiada unidad.

¿Qué ocurrió? El cambio de rumbo en el proceso se produjo tras la publicación de una carta de los otros tres obispos cismáticos a Bernard Fellay (7.IV.2012). Ahí afirman que “el pensamiento del Papa está impregnado de subjetivismo” y que unirse al Vaticano es “ponerse en las manos de modernistas y liberales.” Y concluyen con una advertencia a su Superior: “Usted está conduciendo a la Fraternidad a un punto del que no se puede volver, a una profunda división.” [RomeReports.com, 16.V.2012] [Ver las cartas]

Carta de Mons. Fellay a
los otros tres obispos cismáticos.
Del aparente fracaso de la negociación con Roma y en torno al posible “cisma” dentro del cisma, surgen unas luminosas lecciones. La primera, por parte de Fellay, que en su respuesta a sus correligionarios nos ayuda entender qué está sucediendo en el interior la Fraternidad.

 El Superior les recuerda que “la Iglesia actual todavía tiene a Jesús como líder. Se tiene la impresión de que ustedes están tan escandalizados que no aceptan que esto siga siendo verdadero”. Es decir, una facción de la Fraternidad, en realidad, no cree que Jesús y su mensaje de que Él custodia a su Iglesia sean verdaderos.

Y luego les hace la pregunta clave, que encierra otra lección: “Para ustedes, ¿Benedicto XVI es todavía el Papa legítimo? Si lo es, ¿Jesús todavía  puede hablar a través de su boca? ¿Si el Papa expresa una voluntad legítima que nos involucra, que es buena y que no nos ordena nada en contra de los mandamientos de Dios, tenemos el derecho a rechazarle? ¿No creen que si el Señor nos guía, nos otorgará también los medios para continuar con nuestra obra?”

El tenor de la discusión cambió claramente de horizonte. Fellay lo desplazó del tradicionalismo doctrinal y litúrgico al plano de la fe: si el Papa representa o no a Jesucristo. Esto significa aceptar que el Papado es no está separado de la Tradición, como hasta ahora sostenía la FSSPX.

Y el mismo jefe de la Fraternidad quita la cortina de humo que tapaba la gran figura del Obispo de Roma. “El Papa nos ha hecho saber –escribe Fellay– que la preocupación por regularizar nuestra situación por el bien de la Iglesia habita en el corazón mismo de su Pontificado”. Benedicto XVI “sabía muy bien –concluye el Superior– que habría sido más fácil para él y para nosotros dejar las cosas como estaban”.

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