Año 8, número 365
Luis-Fernando Valdés
La Santa Sede
anunció recientemente que supervisará a la “Leadership Conference of Women
Religious” (LCWR), por supuestas “desviaciones doctrinales”. El ex Santo Oficio
se encargará del asunto. ¿Volvemos a tiempos medievales? ¿Qué pensar de esto?
La LCWR es una
organización que aglutina a la mayoría de las superioras religiosas
norteamericanas. En 2008, se inició una evaluación doctrinal de esta
asociación, llevada a cabo por el obispo
Mons. Leonard P. Blair, también de ese país.
Con motivo del
informe elaborado por Mons. Blair, el Cardenal estadounidense Joseph Levada,
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio) se
reunió, el pasado 18 de abril, con las representantes del LCWR. [Reforma, 19.IV.2012]
Janet Mock, CSJ, Directora de la LCWR, nombrada el pasado 4 de abril de 2012. |
El dossier se
refiere a la asociación de superioras y no se ocupa de las órdenes y
congregaciones ahí representadas. Pero, según la Radio Vaticana, en el informe
se habla de “problemas doctrinales serios que afectan mucho a la vida
consagrada”.
La acusación es
muy grave: “El informe recoge posiciones no aceptables manifestadas en las
asambleas anuales de la LCWR y posiciones de disenso sobre ordenaciones
sacerdotales de mujeres, acercamiento pastoral a los homosexuales y
afirmaciones de feminismo radical incompatibles con la enseñanza católica”,
precisó la Congregación. [La Razón, 19.IV.2012]
Pero la LCWR no
sólo puso en duda los temas candentes del debate público, sino también las
verdades de fe católica. Por ejemplo, el dossier hace referencia a conclusiones
de dichas asambleas en las que se insta a las religiosas a “ir más allá de la
Iglesia”, e incluso más allá de Jesús, posiciones que constituyen “un rechazo
de la fe” y son “fuente grave de escándalo”.
Como medida
correctiva, la Santa Sede nombró a Mons.
James Peter Sartain, arzobispo de Seattle, para contener la crisis doctrinal en
la LCWR y dirigir los esfuerzos para renovarla, revisando sus estatutos, que
serán presentados para su aprobación a la Santa Sede.
El caso es
complicado también por la gran influencia que tiene la LCWR en la Unión
Internacional de Superioras Generales (UISG), la cual en el año 2007 decidió,
entre otras cosas, “repensar nuestros votos desde el punto de vista ecológico”
y apoyar la Carta de la Tierra e incluir la llamada “espiritualidad de la
tierra” en la formación inicial y permanente de las vocaciones religiosas.
[NoticiasGlobales.org, 18.IV.2012]
¿Qué pensar de
estas medidas? Lo que va de fondo es el enfrentamiento de los tiempos modernos
a la perennidad del Evangelio. Por eso, vemos dos ópticas enfrentadas: una, que
pide que la Iglesia modifique su doctrina; y otra, que tiene fe en la
actualidad del mensaje de Cristo.
Querámoslo o no,
lo que subyace no es un mero enfrentamiento entre la Santa Sede y un grupo de “disidentes
liberales”. No. Se trata más bien, de un cuestionamiento radical: ¿El mensaje
revelado por Jesucristo, el Evangelio, es verdadero o falso? ¿La Persona y la
doctrina de Jesucristo siguen vigentes o no en nuestra época?
Corremos el riesgo
de enfocar superficialmente este asunto, si lo consideramos como una pugna
contra el feminismo, porque el núcleo de esta situación radica en la negación
de la verdad religiosa, por parte de la LCWR.
Por eso, si estas
buenas religiosas se dicen católicas, no pueden escudarse en la apertura a los
nuevos tiempos, para sostener posturas contrarias a la doctrina que afirman
creer. Lo que se espera de ellas, más bien, es que sepan iluminar los tiempos
de hoy con el Evangelio que recibieron.
Para saber más: Ann Carey, Post-Christian Sister.
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