Luis-Fernando Valdés
Hoy es domingo de
Pascua, día en que la Semana Santa llega a su culmen. Mientras muchos apuran
sus últimas horas de vacaciones, otros tenemos la oportunidad de tener un rato
largo para meditar. Quisiera sugerir que reflexionemos sobre el mensaje espiritual
que Benedicto XVI nos dirigió en su reciente visita apostólica. El Papa habló
de esperanza, pero ¿realmente podemos tenerla? ¿no será mera retórica?
El Papa vino a
México expresar un mensaje religioso, de esperanza, en medio de la crisis de
paz y de pobreza por la que pasa nuestro País. Sin embargo, todo esto se
entiende sólo en un contexto espiritual, que al que se contraponen a dos
visiones diferentes.
Por una parte,
están las visión politizada de la visita papal, como han sugerido algunos medios,
ya que el viaje apostólico se realizó en el tiempo previo a las campañas
presidenciales. Y por otra, está la interpretación reduccionista que sugiere
que un mensaje religioso se debe quedar sólo en el aspecto devocional (rezar,
meditar, cantar), y que no toma en cuenta que un discurso religioso puede
contener una respuesta muy profunda a las inquietudes humanas y a los problemas
actuales.
Para comprender el
mensaje del Papa, hay que aceptar que no es un discurso político ni tampoco
devocional sino “sapiencial”. Ciertamente se apoya en un mensaje revelado, del
cual se puede aceptar o no su origen divino, pero es innegable que esta
sabiduría milenaria da luz a los problemas de cada época, incluida la nuestra.
El Santo Padre se
presentó “como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad”, que
deseaba “confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella”
(Discurso, 23.III.2012). Con sus discursos y homilías no buscaba dar soluciones
inmediatas. Más bien, quería ayudarnos a descubrir que las duras circunstancias
por las que atravesamos son susceptibles de tener sentido, el cual sólo se
percibe desde una óptica religiosa, sapiencial.
Benedicto XVI quiso
mostrar que también hoy el Evangelio es capaz de transformar a las personas que
viven inmersas en circunstancias críticas, y por eso les puede dar una
esperanza verdadera. “Como peregrino de
la esperanza –afirmó el Papa–, les digo con san Pablo: ‘No se entristezcan como
los que no tienen esperanza’ (1 Tesalonicenses 4,13). La confianza en Dios
ofrece la certeza de encontrarlo, de recibir su gracia, y en ello se basa la
esperanza de quien cree”.
Y, con audacia, el
Obispo de Roma añadió que quienes experimentan esta esperanza se deben esforzar
“en transformar también las estructuras y acontecimientos presentes poco
gratos, que parecen inconmovibles e insuperables, ayudando a quien no encuentra
en la vida sentido ni porvenir. Sí, la esperanza cambia la existencia concreta
de cada hombre y cada mujer de manera real”.
A la vez, el
Pontífice advirtió que el encuentro personal con Dios es la condición previa
para poder conseguir los cambios que nuestra sociedad necesita. “Cuando se
trata de la vida personal y comunitaria –afirmó–, en su dimensión más profunda,
no bastarán las estrategias humanas para salvarnos. Se ha de recurrir también
al único que puede dar vida en plenitud” (Discurso, 25.III.2012).
Entonces,
Benedicto XVI nos dice que podemos dar un enfoque distinto a los problemas del País,
y que incluso los podremos cambiar, si buscamos a Dios, si nos apoyamos en la
fe, la cual le da un nuevo sentido a las adversidades de la vida. Ahí está la
clave de la esperanza… Hoy es un buen día para reflexionar, para tomar en
cuenta esta invitación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Compártenos tu opinión