Año 8, número 349
Luis-Fernando Valdés
El pasado 2011 fue
también importante año para los derechos humanos: basta pensar en la “Primavera
Árabe”. Y en esa misma línea, la libertad religiosa estuvo muy presente en los
medios. Sin embargo, ¿por qué para algunos no es fácil aceptar que esta
libertad sea un “derecho humano”?
Shabhaz Bhatti, icono de la libertad religiosa. |
El año anterior
estuvo lleno de noticias de atropellos a la libertad del ejercicio de la propia
religión. Entre otros eventos, tuvimos conocimiento del asesinato del Ministro
de minorías de Paquistán, Shabhaz Bhatti (2.III.11; noticia);
de los atentados a Iglesias cristianas, tanto católicas como evangélicas en Nigeria,
durante la pasada Navidad (noticia);
e incluso de ataques a Mezquitas, como la de Kabul (Afganistán) (6.XII.11; noticia).
Ante los hechos
violentos, las reacciones internacionales fueron inmediatas y unánimes
condenando estos actos de barbarie. De sobra fueron conocidas las declaraciones
de la Secretaria de Estado de EUA, Hillary Clinton ante el asesinato de
Shabhaz: “esto fue un ataque no sólo contra un hombre sino contra los valores
de todas las religiones” (2.III.11; noticia).
Sin embargo, en
Madrid durante la Jornada Mundial de la Juventud (15-21.VIII.11), presidida por
Benedicto XVI, las voces de unos cuantos “indignados” acusando falsamente al
Papa de financiar su visita con dinero del Estado español sonaron mucho en la
prensa (noticia).
Y nuestro País, actualmente la reacción de algunos ha sido fuerte, ante la
modificación del art. 24 constitucional que consagra el “derecho a la libertad
religiosa” y, por tanto, garantiza el derecho a las expresiones públicas de fe.
Observemos un
fenómeno curioso: ante la violencia contra la religión hubo condenas, pero ante
el reconocimiento y el ejercicio de la manifestaciones públicas de religiosidad
hay protestas. ¿Qué quiere decir esto?
Esta situación de
reacciones desiguales manifiesta que no hay un criterio unificado ante la
libertad religiosa. En concreto, no se ve esta libertad como un derecho humano
fundamental del ser humano, por el mero hecho de ser persona.
En el primer caso,
se condena la violencia porque ésta atenta contra la vida, pero no siempre se
reconoce además que esa violencia ha lesionado este derecho humano natural. En
el segundo, se juzga esta libertad desde la dialéctica del antagonismo entre el
Estado y la Iglesia: como si fuera una cuestión de equilibrios, y no de
derechos fundamentales.
Se requiere un
nuevo enfoque para entender que el libre ejercicio de la religión es un derecho
humano. Para lograr este cambio de paradigma puede resultar útil pensarlo así:
es un derecho que tienen los tibetanos, los iraníes, los bolivianos y los
maorís, no por ser mayorías ni minorías, ni porque sus religiones sean
verdaderas o falsas… sino por el hecho mismo de que son personas libres, y
tienen la capacidad natural de elegir sus creencias y de manifestarlas
públicamente.
La libertad
religiosa debe ser defendida por todos porque es un derecho humano, no porque
estemos acuerdo con un credo. No es mera retórica que recientemente Benedicto
XVI haya afirmado sobre esta libertad que “se trata del primer derecho del
hombre, porque expresa la realidad más fundamental de la persona” (Discurso,
9.I.12).
Mientras haya
quienes vean el ejercicio público de la religión como una concesión de la ley,
como un elemento para equilibrar la balanza entre el Estado y las diversas
confesiones, la libertad religiosa será un derecho incómodo. Este 2012 es buen
tiempo para superar este paradigma.
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