Luis-Fernando Valdés
Dura semana acabamos de concluir. La violencia producida por el narcotráfico dejó más de un centenar de muertos en sólo siete días. Entre las víctimas –la mayoría policias– se cuentan tres altos jefes policiacos y una veinta de oficiales, y también deciseis ganaderos. Es imposible cerrar los ojos ante este triste panorama. Pero ¿qué podemos hacer los ciudadanos de a pie?
El narcotráfico es un problema muy complejo. En su origen confluyen múltiples causas, que no son tan sencillas de describir. En esa amplia gama hay una serie de círculos concéntricos, cuya última esfera es la violencia abierta en las calles de nuestro País. Sin duda, la dura situación de pobreza en la que viven millones de mexicanos ha sido un factor importante para el crecimiento del tráfico de drogas. Pero, en la base de esta dura situación, se encuentran también importantes factores familiares y morales.
Ante las tumbas de estos compatriotas nuestros que han perdido su vida para erradicar esta plaga social, no cabe andarse con rodeos. Es hora de hablar fuerte, y decir que seguirá existiendo el narcotráfico mientras las familias no tengan la suficiente protección y estabilidad; mientras no se fomente a nivel nacional el cultivo de los verdaderos valores humanos.
¿Por qué la familia está en el centro del problema? Por la razón de que la venta de drogas será un gran negocio, mientras haya personas que necesiten de ellas para evadirse de sus problemas existenciales. Cuando los padres no tienen los valores humanos y religiosos para dar respuestas a las cuestiones vitales de su prole, los hijos buscarán soluciones artificiales, es decir, evaciones como son el alcohol, el sexo y las drogas. Si hay una gran oferta de enervantes es porque hay una gran cantidad de personas que demandan una solución a sus problemas profundos. Pero la situación es más dificil, cuando no se cuenta con una familia o ésta se encuentra desintegrada. En estos casos, ¿a quién recurrir cuando vienen las crisis?
Otro factor apenas perceptible, pero que está en el núcleo mismo del problema de la venta de drogas es la falta de valores. Éstos no son meras normas de conducta, sino el fundamento de toda el obrar humano. En la práctica, las convicciones religiosas son el ancla para permanecer firmes en las crisis personales. Por ejemplo, el sentido de mi propio existencia lo encuentro en un Ser trascendente o no nada de este mundo me podrá llenar; y las adicciones no llenan el hueco interior, pero ayudan a olvidarse de él por un tiempo. De igual manera, sólo los valores morales son la única fuerza para decir que no a la gran tentación del dinero abundante y fácil obtenido por la producción, el tráfico y la venta de estupefacientes. Además, sólo cuando reconozcamos que Dios es el único dueño de la vida, seremos capaces de respetar la vida de los demás.
La muerte de estos compatriotas nuestros clama que se haga justicia. Deseamos que las autoridades pronto puedan dar con los culpables y condenarlos mediante un juicio justo. Pero, estas ejecuciones también gritan al Cielo pidiendo una solución de fondo. Ya es tiempo de que todos los actores sociales (políticos, universitarios, educadores, periodistas, empresarios, ministros de culto) perdamos el miedo a hablar de la verdad sobre el hombre y sobre la familia. Ya es tiempo de darle un espacio a la fe, y permitir que los valores religiosos vuelvan a la esfera pública: sólo así los mexicanos tendremos las herramientas para decir no a las drogas y no a los homicidios.
Correo: lfvaldes@gmail.com
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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