Luis-Fernando Valdés
Un nuevo golpe, muy duro, contra la institución fundamental de la sociedad. El pasado 15 de mayo, la Corte Suprema de California (EUA) declaró inconstitucionales las leyes que prohíben el matrimonio entre personas del mismo sexo. Si esta sentencia entra en vigor, ese estado se convertiría en el segundo en permitir las bodas entre homosexuales. ¿En qué nos afecta la decisión de un tribunal del país vecino?
Aunque parece que se trata de una situación lejana, esa resolución jurídica sí tendrá repercusiones en nuestra Nación y en el resto de Latinoamérica. En primer lugar, porque se trata del estado más poblado y más rico de la Unión Americana, de modo que sus sentencias sientan cierto precedente para el resto de los estados. Además, ya sea por la presión de ciertos organismos internacionales, ya sea por influjo de los millones de paisanos que ahí residen, esas influencias nos llegarán tarde o temprano.
Alguno podría pensar: “¿qué tiene de malo esa ley? Si unas personas homosexuales quieren hacer una familia, ¿en qué les daña a los demás?”. Sí nos afecta, no sólo a los que pensamos que el matrimonio es la unión fiel, exclusiva y de por vida entre un hombre y una mujer, sino también a toda la sociedad. Porque la institución matrimonial es fruto de las leyes naturales que rigen al ser humano, con independencia de su credo o de su cultura. Y así como violar las leyes de los ecosistemas tiene consecuencias negativas (como el calentamiento global), de igual manera cuando no se siguen las pautas naturales sobre el matrimonio advienen consecuencias negativas: la decadencia de una civilización, la falta de armonía entre los ciudadanos, los daños emocionales sobre los hijos, y tantas más.
Pero las consecuencias son más profundas de lo que se ve. La frase “que tiene de malo, si no le hacen daño a terceros” se muestra falaz, pues en el fondo –en este caso concreto de California– se trata de una desición judicial que atropella la democracia. En efecto, la sentencia del Tribunal Supremo dejó sin efecto la “Proposición 22”, una iniciativa aprobada el año 2000 por el 61,4 por ciento de los votantes en ese estado, la cual definía el matrimonio en California como un acto exclusivo entre un hombre y una mujer. Un reciente comunicado de los Obispos de Estados Unidos señala que esta votación “reflejaba la sabiduría de los electores de California al mantener la definición tradicional del matrimonio como una realidad biológica y un bien para la sociedad. Lamentablemente, la Corte creyó conveniente ignorar la voluntad de la mayoría del pueblo de California”.
Pero aún acaba la espiral de implicaciones negativas. Como anotaba el ensayista alemán, Erich Kock, esta ley es “un signo ulterior de la relativización de la moral y las primeras en pagarlo serán las jóvenes generaciones. Con matrimonios cada vez más a la deriva, con una moral cada vez más confusa, son justamente los jóvenes los que se encuentran cada vez más viviendo en una situación de gran inseguridad”.
Entonces, las consecuencias de aprobar los matrimonios entre homosexuales son duras. Se pone en riesgo la continuidad de toda una civilización. Además, bajo la máscara de libertad, igualdad y tolerancia, se imponen –como una “dictadura”– la opinión y los deseos de unos pocos, por encima del sentir de una mayoría. Y, por si fuera poco, se generará un efecto negativo en la estabilidad moral. A nombre de la igualdad ¿qué tipo de sociedad le vamos a heredar a la siguiente generación?
Correo: lfvaldes@gmail.com
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