Luis-Fernando Valdés
Con frecuencia, la parodias sobre los filósofos tienen como tópico presentarlos como personajes distraídos. Se les califica de “estar en la nubes”, porque parecería sólo contemplan sus pensamientos abstractos, mientras dejan de lado lo real. Y esta misma acusación se hace hoy a la Iglesia Católica, porque invitaría a los creyentes a pensar sólo en lo espiritual y a evadir la realidad de los problemas sociales. Al contemplar la abundante miseria material y cultural de América Latina, la pregunta llega sola: ¿no estará la religión católica al margen de las necesidades humanas de sus fieles? Es Benedicto XVI quien nos da una respuesta.
En la inauguración de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM), en Aparecida (Brasil), el Papa pronunció un valiente discurso en el que invita a afrontar los grandes problemas sociales de nuestro Continente. La solución propuesta por el Romano Pontífice es seguir e imitar a Cristo. Y él mismo Santo Padre reflexiona: “¿no podría esto ser acaso una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo?” (Discurso, 13.V.2007).
Y la respuesta la formula mediante otra pregunta: “¿Qué es lo real? ¿Son ‘realidad’ sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos?”. Las ideologías, tanto los pasadas como las recientes, nos han invitado a las revoluciones, porque lo real sería sólo lo que el hombre puede transformar. Pero que esos sistemas de pensamiento falsifican el concepto de realidad porque no toman en cuenta Dios que es el fundamento de lo real, y, en consecuencia, terminan siempre en caminos equivocados y destructivos. Por eso, “sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano”.
Luego el Santo Padre explica que la fe en Dios nos lleva a un encuentro con los demás, pues ésta es un “acto de responsabilidad hacia los demás”. Enseña que el “realismo de la fe en el Dios hecho hombre” lleva a preguntarse “cómo puede contribuir la Iglesia a la solución de los urgentes problemas sociales y políticos, y responder al gran desafío de la pobreza y de la miseria”.
La dura problemática de América Latina es múltiple y compleja, pero tiene un origen en las estructuras que generan injusticias. De modo que la solución apunta a crear estructuras justas, pues éstas son “una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad”. Pero las estructuras justas no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales”, porque “una sociedad en la que Dios está ausente no encuentra el consenso necesario sobre los valores morales y la fuerza para vivir según la pauta de estos valores, aun contra los propios intereses”.
La aportación de la Iglesia a las causas sociales consiste en ofrecer la presencia de Dios, la luz de su Palabra, que son siempre condiciones fundamentales para la presencia y eficiencia de la justicia y del amor en nuestras sociedades. Así contribuye a que las estructuras justas estén animadas siempre por un verdadero ethos político y humano favorable al hombre. Y el Santo Padre aclara que la función de la Iglesia debe seguir un “sana laicidad”, sin formar nunca una vía política, sino enfocándose a “educar en las virtudes individuales y políticas”.
¿Será “realista” esta contribución? La actual guerra antinarcóticos, la corrupción política, la reciente mala actuación de algunos policías queretanos, son señales de que falta una verdadera base ética. Es tiempo de apostarle a lo moral para transformar lo social.
Correo: lfvaldes@prodigy.net.mx
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