Luis-Fernando Valdés
En el actual debate sobre la despenalización del aborto, hay un argumento en contra del no nacido que parecería convincente. Algunos sostienen que en el proyecto de ley no se obliga a nadie a abortar, sino que sólo se está abriendo la posibilidad para que las mujeres que lo desean puedan hacerlo. Esas frases, de entrada, suenan abiertas y respetuosas, pero conllevan la corrupción del Derecho.
Cuando dicen que la ley, que está a punto de ser aprobada por la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, “no obliga a nadie” a hacerlo, quizá no se dan cuenta que el Derecho no tiene como única finalidad coaccionar a los ciudadanos. El Derecho regula la vida de los ciudadanos, y debe buscar que cada uno de ellos alcance un estado de vida digno, en lo que se refiere a lo material y económico, pero sobre todo en lo moral. Las leyes buscan reforzar las conductas y actitudes que favorecen las buenas acciones de los ciudadanos, y castigan los actos que desvían a los seres humanos del objetivo de una vida buena.
Cuando una legislación aprueba o castiga un tipo de conducta, está orientando la vida práctica de los ciudadanos. Así, cuando la ley pena con cárcel a los homicidas, está buscando disuadir de matar. Entre más reprobable es una acción, o más nociva para la vida de una sociedad, recibe castigos más severos para que, al menos por temor, las personas se atrevan a cometerla.
Por esta razón, cuando una acción se despenaliza, la ley indica que esa acción ya no es mala, sino que puede ser realizada por cualquiera que cumpla con los supuestos previstos. Ciertamente una ley de este tipo “no obliga” a nadie a que lo haga, pero le dice a quien desea hacerlo que no se preocupe, porque no habrá hecho nada malo. Entonces, esa acción se convierte en el modo de vida de los ciudadanos.
La nueva ley sobre el aborto no coacciona a nadie a interrumpir la vida del no nacido, pero autoriza un nuevo modo de vida para los mexicanos. Desde ahora es la mujer la que tiene derecho a decir quién nace y quién no puede seguir viviendo. La vida humana ya no está protegida por la ley, sino que la ley misma ha dispuesto que la libertad de decidir de la madre sea superior a la vida del hijo.
En términos utilizados por el pensador alemán Federico Nieztsche, se trata de la “voluntad de poder”. La voluntad del más fuerte se convierte en ley sobre el más débil. Esa fue la divisa de Adolfo Hitler: la raza aria supuestamente superior tenía el derecho de exterminar a las razas inferiores. La aprobación legislativa del aborto será el reconocimiento de la “voluntad de poder” como modo de vida de los mexicanos. Desde ahora la propia voluntad estará por encima de la razón y del Derecho.
Lejos de llegar a un estado superior del Derecho, lejos de constituirnos como una nación de vanguardia, estamos volviendo a la época de la “ley del más fuerte”. Un Estado de Derecho busca proteger a todos sus ciudadanos y, para conseguirlo, emite leyes que están por encima de la voluntad de los particulares. Así todos son iguales ante la ley. Todos: los débiles y los poderosos, los indefensos y los agresores. Quitando la voluntad de poder de los fuertes, se combate la “ley de la selva”. Una legislación que despenaliza el aborto voluntario, está favoreciendo que haya ciudadanos que pueden decidir sobre la vida de un inocente, está estableciendo la “voluntad de poder”. Si los legisladores del Distrito Federal aprueban esta ley, democráticamente habrán acabado con el Estado de Derecho, y habrán implantado la ley del más fuerte.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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