Luis-Fernando Valdés
Todo empezó en la página 10. Como nota inicial a su novela más famosa, Dan Brown escribe: «Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales que aparecen en esta novela son veraces» (Ed. Umbriel, 2003, p. 10). Sin esta aclaración, el Código Da Vinci hubiera pasado a la historia como un libro policiaco más. Pero al afirmar que su contenido es verdadero, Brown nos quiere decir que sólo él conoce al verdadero Jesucristo. Y resulta que Jesús no es el Dios verdadero hecho hombre como lo presenta la Iglesia, sino un mero hombre sin doctrinas propias. Por eso, Brown despertó la polémica y su libro alcanzó una ventas millonarias.
Ante el reciente estreno de la versión cinematográfica de esta novela, me gustaría comentar con ustedes el fenómeno cultural que subyace en el contenido del CDV. Partamos de que Jesús de Nazaret es el punto de referencia de la moral de la cultura occidental. Este Rabbí se presenta en Palestina afirmando que él mismo es el Hijo de Dios, y que por ser Dios nos enseña un modo de vida. Y este nueva manera de pensar y de vivir es la que conocemos como Cristianismo. Y se trata de un camino exigente, que pasa necesariamente por la Cruz.
A lo largo de la historia, nunca han faltado hombres y mujeres que han conseguido encarnar fielmente ese modo de vida. Estas personas son llamados «santos» por los creyentes en Cristo, y son tenidos como la confirmación de que sí es posible vivir como Jesucristo enseñó. Pero durante estos 21 siglos de Cristianismo tampoco han faltado jamás quienes han buscado quedarse sólo con una parte de las enseñanzas de Jesús, para hacer más cómoda la vida cristiana.
En efecto, durantes estos dos mil años no han faltado predicadores y escritores que anuncian a un Jesús distinto del original. Presentan a un Cristo, según la mentalidad de sus épocas. Un ejemplo reciente, es el llamado «Evangelio de Judás» que ofrece una visión de Jesús, según la mentalidad de los gnósticos del siglo III.
Nuestra época también tiene unas características propias. Los filósofos suelen decir que nos encontramos en la «posmodernidad». Nuestros tiempos se caracterizan por un escepticismo, que insiste en que no se puede conocer la verdad, y por una cultura que enfatiza la vida sin esfuerzo, porque niega que exista algo por lo que valga la pena luchar.
La novela de Brown (y la película) presenta a un Jesucristo según los estándares de nuestra cultura «light». Hoy pocos quiere enfrentar el dolor, renunciar sí mismos por amor, dominar sus impulsos y encauzar con firmeza sus instintos. En cambio, aceptan con agrado estas nuevas versiones de la vida de Jesucristo. Prefieren usar como punto de referencia moral no al Cristo que muere en el Madero, y que pide que cada uno tome su Cruz, sino —como explica Ignacio Ruiz Velasco— a un Jesús sensual, sentimentalón, con unos propósitos meramente humanos, sin divinidad ni mandamientos ni obligaciones, o sea, un Jesucristo fácil, hecho al propio gusto, a lo políticamente correcto en una sociedad relativista.
El Código Da Vinci pretende mostrar el «verdadero» punto de referencia moral, que según Brown, ya no es Jesús de Nazaret, sino un feminismo acorde con el movimiento New Age. En realidad, nos está enseñando un nuevo evangelio, nos está cambiando de Dios, nos está invitando a una nueva moral. Éste es el verdadero código secreto del CDV.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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