Luis-Fernando Valdés
Cuando se trata de hablar sobre temas científicos, todos respetan a los especialistas. Nadie, si no ha estudiado medicina, se atreve a opinar sobre el cáncer o el parkinson. Pero es muy curioso, que cuando se habla de ética, todos nos sentimos con autoridad para discutir y, además, consideramos nuestro punto de vista como el más acertado.
Así, dentro de ese mar de opiniones, es frecuente confundir la ética o moral con la religión. Algunos piensan que la ética sólo se aplica a los que practican una religión, mientras que los que no profesan una religión estarían exentos de seguir una moral.
Además, la moral parece cambiar según las personas, las culturas y las épocas. En esta situación parece que la ética es inestable y provisional. Hoy mismo la gente tiene la impresión de que estamos en una nueva época con respecto a la moral de nuestros abuelos... y de nuestros padres.
¿Hay algún valiente que pueda decir cuál es la verdad —no las opiniones— sobre la ética? Así como hay especialistas en medicina, también los hay en ética y en moral. Contrariamente a lo que se pudiera pensar, sí existe una verdad sobre la ética. Y, lo más interesante, es que está basada en el sentido común, más que en teorías abstractas.
Considero muy útil como primera definición de moral, la empleada por el Prof. Juan Luis Lorda, de la Universidad de Navarra (España). Explica que cuando se inventó la palabra moral, ésta significaba el arte de vivir.
Por arte se entiende el conjunto de conocimientos teóricos y técnicos, las destrezas necesarias para desempeñar con maestría una actividad. Para tocar con destreza el piano, se requiere arte: no sirve saber cómo se toca el piano si nunca se han puesto los dedos en el teclado; pero tampoco basta tener agilidad en los dedos, si no se saber leer el pentagrama.
En este sentido, la moral es un arte. No es la habilidad de tocar el piano, sino el arte de vivir bien. Así como la pintura es la maestría de pintar, la moral es el arte de vivir como ser humano. Llegados a este punto, algún lector podría protestar: ¿es necesario un arte para vivir como hombre, del mismo modo que es necesario un arte para pintar?
A primera vista, parece que no hace falta nada especial para vivir como un hombre. Bastaría ser hombre y dejarse llevar espontáneamente. Sin embargo, para vivir como le corresponde al ser humano, no basta. Para los animales está bien, pero es insuficiente para los seres humanos.
Los animales no necesitan que alguien los enseñe a vivir, simplemente viven espontáneamente, de acuerdo a sus instintos. No necesitan ningún arte. En cambio, el hombre es un ser diferente: es libre. Eso quiere decir que está mucho menos condicionado por sus instintos. Por eso mismo, necesita aprender muchas cosas que los animales saben por instinto (por ejemplo, caminar, qué comer) y muchas otras más, que son exclusivas de los humanos, como hablar, escribir, convivir.
Entre las capacidades humanas, la más importante y la más característica es la libertad. Educar a un hombre es, sobre todo, enseñarle a usar bien la libertad: emplearla como es propio de un hombre. Un niño tiene que aprender poco a poco lo que debe hacer y lo que debe evitar, al utilizarla.
Entonces ya se entiende porque el Prof. Lorda afirma que «la moral, que es el arte de vivir como hombre, se puede definir también como el arte de usar bien la libertad. Un arte que cada hombre necesita aprender para vivir dignamente».
Correo: lfvaldes@gmail.com
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