Año 13, número 613
Luis-Fernando
Valdés
Pasados los ocho años de la era Obama, se realizó una gigantesca
manifestación a favor de la vida, apoyada por Trump y políticos republicanos. Pero,
¿cuál es el riesgo de que un gobierno comprometido con la vida esté vinculado al
muro fronterizo y a las amenazas a la paz?
El Vicepresidente de EUA, Mike Pence, fue orador en la Marcha por la vida. (Foto: univision.com) |
1. La marcha en
Washington. El pasado viernes, 27 de enero, se
llevó a cabo, en la capital de los Estados Unidos, la 44ª edición de la “marcha
por la vida”. El dato relevante es que la manifestación fue encabezada, por
primer vez en la historia, por un vicepresidente de ese país. Además, estuvo
presente el cardenal de New York, Mons. Timothy Dolan.
Consciente de ese momento histórico, el vicepresidente Mike Pence,
afirmó que “la vida está ganando nuevamente en Estados Unidos” pues, según él,
la lucha en contra del aborto en esa nación “vive un momento histórico”.
Aunque no estuvo presente en la marcha, el actual presidente norteamericano,
Donald Trump, mediante su cuenta de Twitter, manifestó su apoyo a los que
acudieron a defender la vida. Escribió: “La marcha por la Vida es
importantísima. A todos los que van a manifestarse… ¡Tienen mi pleno apoyo!” (elmundo.es,
27 ene. 2017)
2. La respuesta pro
choice. Los grupos que no comparten la defensa de
la vida también expresaron sus postura. Sus argumentos no fueron científicos
sino se basaban en la impopularidad del Presidente, como esta afirmación: Trump
cree que su ley es la misma que la ley de Dios.
Los disconformes con esta
marcha por la vida mostraron pancartas con leyendas como ésta: “yo aborté,
Trump, y no me vas a castigar”. En Twitter expresaron su desacuerdo con el
hashtag #Won’tBePunished. (univision.com,
27 ene. 2017)
3. La dimensión política
de la tutela de la vida y sus riesgos. La defensa
de la vida actualmente enfrenta más problemas de tipo político que científico o
biológico. Como es lo esperado, la vida del nascituro debe ser tutelada por la
legislación de cada país. Por eso, el debate por la vida se desarrolla principalmente
en el plano político.
El gran problema de politizar la defensa de la vida es que las
legislaciones, tanto favorables como contrarias al nascituro, dependerán
siempre del partido en el gobierno, en vez de obedecer a la verdad biológica:
que desde la concepción hay una vida humana.
Por eso, el punto clave de la argumentación en las cámaras
legislativas debe apuntar a los datos biomédicos, de manera que la tutela de
los no natos no dependa más ni de las ideologías ni de las estadísticas de
popularidad con que se manejan los partidos.
4. La vida no puede
depender de la popularidad política. Es
importante que el Presidente de una nación tan importante como Estados Unidos
apoye abiertamente la vida, pero la legislación a favor del no nacido no puede
depender de la popularidad o antipatía del gobernante en turno y su partido.
Sería terrible que los defensores de la vida tengan que pagar hoy
el precio del atropello de los migrantes, y sería peor que un futuro algunos
electores que voten contra Trump tengan que aceptar el costo de una legislación
contra la vida. Hay que consolidar que la vida del nascituro no dependa de los
cambios políticos.
Aunque esta marcha fue una “victoria” pro vida, conlleva un gran riesgo:
que la argumentación legal se polarice en ideología y deje de lado los datos
objetivos sobre la vida. Los bebés deberían estar siempre protegidos en el seno
materno, sin importar quién gobierne.
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