Año 13, número 610
Luis-Fernando Valdés
¿Por qué en pleno
siglo XXI, aumenta el número de personas que recurren a quienes les puedan
vaticinar su futuro? Las numerosas consultas a los videntes y adivinos ponen de
manifiesto una gran carencia de nuestras civilización: la esperanza.
Cuando falta esperanza ante las dificultades, algunos acuden al esoterismo. |
1. De la ciencia al esoterismo. La Ilustración
(s. XVIII) anunciaba que en la medida en que incrementara el conocimiento
científico experimental para explicar la realidad, irían desapareciendo las argumentaciones
religiosas.
Pero esta visión
científica era aplicable sólo para la realidad física, la cual se puede medir y
sobre la cual se puede experimentar. Pero el ser humano es mucho más que
reacciones biológicas, y su entorno es mucho más que mera sociología. Por eso,
los humanos necesitamos algo más que ciencia experimental para encontrar
respuesta y sentido a las interrogantes que nos plantea nuestro entorno.
Estos límites de
la ciencia han dado lugar a diversos movimientos culturales. Uno de ellos es el
regreso a una fe religiosa más argumentada. Pero, otro es la vuelta a las adivinaciones,
poderes ocultos, etc., los cuales no se basan ni en la fe bíblica ni en la
ciencia (aunque en ocasiones sus autores afirmen ser creyentes o apoyarse en la
ciencia). Por eso, el esoterismo es un hijo del cientificismo.
2. ¿Por qué la gente acude a los videntes? Cuando
pasamos tiempos de crisis social o de incertidumbre y dolor, todos necesitamos
una certeza que nos ayude a superar esa etapa crítica; necesitamos una voz
autorizada que nos diga que este mal momento terminará.
Las religiones son
una fuente de esperanza, pues sus enseñanzas suelen dar una explicación sobre
lo desconocido y sobre el mal. Pero las religiones no dan una solución concreta
para nuestros problemas, sino que invitan a actitud de esperanza para
sobrellevar los malos momentos.
Cuando, ante una
situación difícil, una persona desea una respuesta inmediata y concreta, junto
con una solución casi inmediata, no la encontrará en las religiones cristianas.
Entonces, la opción es recurrir a quienes las ofrecen: videntes, adivinos,
chamanes, etc.
El Papa Francisco
ilustra así este itinerario: “Yo confío en Dios, pero la situación es un poco
fea y yo necesito una certeza un poco más concreta. ¡Y ahí está el peligro! Y
entonces estamos tentados en buscar consolaciones incluso efímeras, que parecen
colmar el vacío de la soledad y mitigar el cansancio de creer” (Audiencia,
11 ene. 2017).
3. Inmediatez vs esperanza. Un fenómeno
creciente es que quienes acuden a los videntes son personas con preparación
académica y con suficientes recursos económicos. Esto es una señal tanto del desencanto
de la mentalidad cientificista como de la ignorancia de lo que el cristianismo
enseña sobre la verdadera esperanza.
Se trata de la
búsqueda de una seguridad vital, que no pocos buscan en la intervención de un
fenómeno supra natural que les haga conseguir lo que les dará una certeza para
vivir hoy: dinero, poder, mundanidad o incluso falsas ideologías.
La inmediatez de
la adivinación oscurece la verdadera esperanza, la cual está puesta no en
ídolos creados por manos humanas, sino en Dios mismo, el único que verdaderamente
puede ayudar a vivir y a dar sentido a nuestra existencia.
El incremento de
quienes consultan a videntes y adivinos pone de manifiesto una gran necesidad
de nuestra época: la de aprender a vivir con esperanza, o sea, saber recorrer
la vía con paciencia los tiempos adversos, con la certeza de ser acompañados
por Dios
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