Año 12, número 607
Luis-Fernando Valdés
La Navidad se ha
convertido en una festividad que alegra las ciudades de todo el mundo. Algunos
dicen que el comercio y la globalización le quitaron su sentido religioso;
otros afirman que lo importante es reunirse con su familia. ¿Cómo se debe
celebrar la Navidad?
1. La Navidad, bajo la dialéctica de lo
civil y lo religioso. En ocasiones se suele ver los festejos civiles de la
Navidad en contraposición con el sentido religioso de esta fiesta. He escuchado
quejas como ésta: “Nos secularizaron la Navidad”; o bien, su contraria: “¿por
qué la Iglesia opina sobre cómo vivir la Navidad?”.
Ambas tienen algo
de cierto, pero ninguna de las dos llega al fondo de la cuestión, que es el
sentido profundamente humano de las fiestas.
2. Festejar nos hace más humanos. Los
seres humanos manifestamos lo más espiritual –como el amor, la gratitud,
nuestra historia, etc.– mediante nuestros sentidos. Así, las reuniones con
familiares y amigos nos hacen expresar el amor y el gozo mediante los diversos
aspectos de nuestra naturaleza humana: comida y bebida, música y bailes,
discursos y plegarias, etc.
Cuando hacemos
esto, ponemos en sintonía nuestros valores espirituales con nuestros sentimientos
y nuestros sentidos, y por eso las celebraciones nos hacen más humanos, es
decir, nos ayudan poco a poco a ser mejores personas y mejores ciudadanos.
3. Para superar aquella dialéctica. Es
relativamente reciente la dicotomía entre lo civil y lo religioso, pues data de
la Ilustración (finales del s. SVIII). En cambio, durante milenios, las fiestas
civiles y la religiosas han convivido en una misma fecha, y han pasado de un
sentido cívico a otro sobrenatural, con bastante naturalidad.
En el caso de la
Navidad, los romanos celebraban el 25 de diciembre la fiesta del “Natalis Solis
Invicti” o ‘Nacimiento del Sol invicto’, asociada al nacimiento de Apolo. Y los
cristianos tomaron esa fiesta para hablar del Nacimiento de Cristo, verdadero
Sol que ilumina al mundo.
En las últimas décadas,
ha sucedido lo contrario: que esta fiesta religiosa de la Navidad se ha
convertido en una celebración familiar, con cierto sentido comercial, y que
está a nivel global, pues se vive incluso los países no cristianos (como Japón
o Palestina).
Para superar la
dialéctica, es importante entonces buscar lo que nos une, que es celebrar una
fiesta que nos haga más humanos, más cercanos a nuestras propias familias, y
más abiertos a quien le da un sentido diferente al nuestro.
3. El sentido religioso de la Navidad.
El motivo espiritual de esta fiesta sigue vigente, y por eso también hoy
millones de personas se reúnen en torno al altar y en torno a la mesa familiar
para celebrar el Nacimiento de Jesús.
Ese sentido
sobrenatural es profundo, pues celebra que Dios se hace ser humano, sin dejar
de ser Dios. Esto significa que Dios es cercano, “Dios con nosotros” (eso
significa “Emmanuel”). Jesucristo es Dios que se convierte en uno de los
nuestros, quien asume y da un valor sobrenatural, a las realidades humanas: la
familia, el amor, la amistad, el trabajo, la alegría y las penas.
Aunque en algunos
ambientes, las fiestas navideñas tengan un cierto predominio comercial, vale la
pena retomar sus dos sentidos, tanto el sentido festivo que nos humaniza y nos
hace compartir el amor familiar, como el sentido religioso que nos invita a
agradecer a Jesús, Dios hecho hombre, por su cercanía y por asumir todo lo que
amamos en esta tierra.
¡Feliz Navidad
para todos los lectores de “Fe y razón”!
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