Año 12, número 598
Luis-Fernando Valdés
A 38 años de la
elección del Papa polaco, quien recorrió el mundo entero y se ganó el corazón
de creyentes y no creyentes, ¿la gente lo sigue recordando? ¿qué queda del
legado de Juan Pablo II?
Hace 38 años fue elegido Karol Wojtyla, que tomó el nombre de Juan Pablo II y dejó un gran legado a la Iglesia y al mundo. (Foto: aciprensa.com) |
1. Entre el recuerdo y el olvido. Juan
Pablo II fue elegido Papa, el 16 de octubre de 1978, y el día 22 de ese mismo
mes celebró la Misa de inicio de Pontificado, en la que pronunció aquellas
inolvidables palabras: “¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su
potestad! … ¡No tengáis miedo! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las
puertas a Cristo!”. (En: Vatican.va)
[video]
El Pontificado de
Juan Pablo II duró 27 años, de manera que somos varias las generaciones que
crecimos con él. Esta Papa era un personaje habitual de los noticieros y de nuestras
conversaciones: emprendía viajes apostólicos cada pocos meses, publicaba
encíclicas o exhortaciones prácticamente cada año, escuchábamos frecuentes
anécdotas de su cercanía y buen humor… y, al final, seguíamos mucho las noticias
sobre sus enfermedades y su agonía.
Pero como es
lógico, las nuevas generaciones que no conocieron a Juan Pablo, sólo tienen
como punto de referencia el testimonio de sus mayores y lo que han visto en
videos. Además, en la Iglesia la figura del Papa ha continuado con personajes
extraordinarios como Benedicto XVI y Francisco. Por eso, quizá a algunos les
podría parecer que el gran Papa polaco ha caído en el olvido.
2. Un legado doctrinal y pastoral vigente en
la Iglesia de hoy. En ocasiones, un personaje de la talla de Juan Pablo II
corre el peligro de ser recordado sólo por sus gestos de gran humanidad (su
simpatía, el dar voz a los que no la tenían, etc.), pero no tanto por sus
grandes aportaciones doctrinales y pastorales.
El legado de san
Juan Pablo es muy importante y vigente, pues a él le debemos la edición de la
Neovulgata (la versión oficial de la Biblia en latín), el Catecismo de la
Iglesia Católica (que es la pauta doctrinal oficial y común para los mil cien
millones de católicos del mundo) y el Código de Derecho Canónico y el Código de
los cánones de las Iglesias católicas orientales (los cuales recogen las Leyes
que regulan la vida de toda la Iglesia).
Además, los
numerosos sínodos de obispos que presidió este gran Pontífice dieron lugar a
importantes documentos sobre la vida religiosa de los fieles católicos en los
cinco continentes (como las exhortaciones “Ecclesia in América”, “Ecclesia in
Europa”, etc.).
A estos habría que
añadir los textos referentes a los laicos, a la formación de los sacerdotes o a
la familia en la sociedad contemporánea, junto con los grandes documentos sobre
el ecumenismo y sobre la Doctrina Social de la Iglesia.
Esta pequeña
muestra de su magisterio es suficiente, para ver que Juan Pablo II estableció
las bases doctrinales y pastorales, que han permitido que la Iglesia de hoy se
haya adecuado al modelo establecido por el Concilio Vaticano II.
La vida del Papa
polaco es muy inspiradora también hoy, porque fue un hombre de enamorado del
Dios hecho hombre, Jesucristo, y de la Virgen María, y porque gastó su vida y
su salud por el bien la Iglesia y por todas las causas nobles del ser humano.
Sin embargo, el
gran legado por el que debe ser recordado en los siguientes siglos consiste en
que, junto con el beato Pablo VI –otra gran figura aún por descubrir–, Juan
Pablo II es el gran constructor de la Iglesia Católica contemporánea, abierta a
“los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo” (“Gaudium
et spes”, n.1).
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