Luis-Fernando Valdés
Mientras
celebramos los acuerdos de paz en Colombia, vemos con tristeza que continúan
decenas de “guerras olvidadas”. ¿La paz depende solo de las negociaciones
políticas? ¿Qué podemos hacer los demás para alcanzarla?
Histórica firma de la paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, en Cuba. Junto a la diplomacia, hacen falta más vías para buscar la paz (Foto: rtve.es) |
1. La importancia de la vía política. Para
alcanzar la anhelada concordia entre partes beligerantes, el papel de las
negociaciones entre gobiernos y combatientes, junto con la mediación
internacional, son sin duda sumamente importantes e imprescindibles, como hemos
visto recientemente en los diálogos
de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, que han culminado con el
anuncio de un acuerdo definitivo.
Sin embargo, la
búsqueda de la paz social no se limita a las negociaciones diplomáticas. Existe
el riesgo de pensar que las otras vías para alcanzar la armonía y la
tranquilidad no son opciones viables o que no resultarán efectivas. Sin
embargo, como la paz afecta al ser humano en todas sus dimensiones, personales
y sociales, resulta necesario buscarla desde todos los aspectos del hombre.
2. Algo más que un equilibrio de fuerzas
militares. La paz es “mucho más que la simple ausencia de guerra:
representa la plenitud de la vida (cfr. Mateo 2,5); más que una construcción
humana, es un sumo don divino ofrecido a todos los hombres” (Compendio
DSI, 489). Buscar la plenitud y la plegaria son herramientas de paz al
alcance de todos.
En efecto, la paz
no se limita a la ausencia de violencia (lo cual es imprescindible), sino que
apunta a que todos los ciudadanos puedan acceder a una vida lograda. Estos es
importante, porque la búsqueda de la felicidad propia y ajena motiva más a
buscar la paz, que el miedo que nos lleva a estar a la defensiva.
Además, conseguir
esta anhela concordia implica que muchas personas cambien su interior, que
dejen el odio, que deseen perdonar. Y todo eso excede las meras fuerzas
humanas, por lo que es necesario que reconozcamos que se requiere una ayuda
superior, sobre humana, que pueda auxiliar nuestra débil voluntad.
3. El desarrollo social, condición para la
paz. Para reducir el número de conflictos bélicos en el mundo es importante
poner remedio a sus causas, que suelen ser “situaciones estructurales de
injusticia, de miseria y de explotación” (Compendio
DSI, 498). Esto nos pone delante de otras herramientas de paz –el
desarrollo y la educación–, que también está en manos de bastantes ciudadanos,
no solo de los gobernantes.
Por eso, con gran
sabiduría afirmaba Pablo VI que “el otro nombre de la paz es el desarrollo” (Enc. Populorum
progressio, 1967, 76-77). Y a esto Juan Pablo II añadía que igual “que
existe la responsabilidad colectiva de evitar la guerra, también existe la
responsabilidad colectiva de promover el desarrollo”. (Enc. Centesimus
annus, 1991, 52).
Y en días pasados,
Francisco explicaba que “paz significa educación”. Y explicó que se trata de “una
llamada a aprender cada día el difícil arte de la comunión, a adquirir la
cultura del encuentro”. (Discurso,
20 sept. 2016)
Como la paz
beneficia al ser humano completo (y no solo a sus dimensiones política y
económica), es necesario proponer una nueva cultura de los ciudadanos en un
cuidado integral de la concordia y la unidad.
Una cultura de paz
que se manifieste en la búsqueda de la felicidad, en la plegaria, en la
erradicación de la injusticia y la pobreza, en aprender a convivir. Y todo esto
está en nuestras manos, por eso todos podemos ser artífices de la paz.
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