Año 12, número 574
Luis-Fernando Valdés
Imágenes de niños
y adultos sufriendo han llenado las portadas de los medios, en las últimas
semanas. Esto es un desafío para nuestra sociedad de “bienestar social”, que
rápidamente se olvida del sufrimiento de esas persona. ¿Qué nos podrá sacar de
esta indiferencia?
En la Vigilia "para enjugar las lágrimas", Giovanna y Domenico contaron al Papa que su hijo mayor se suicidó cuando tenía 15 años. Ella explicó que "en ese terrible momento solo tenía a Dios". (Foto y nota: aciprensa.com) | |||
1. La indiferencia, mal de nuestros días. La
globalización de la información nos trae cada día centenares de rostros llenos
de dolor. Son las noticias de tragedias que ocurren en los cinco continentes:
víctimas de guerra, del terrorismo, del secuestro, de la migración, de las
hambrunas, de los terremotos, etc. Y quizá por eso, ya nos acostumbramos a ver
rostros con lágrimas, y peor aún, su dolor ya nos resulta indiferente.
2. Una Vigilia por los que sufren. Pensando
en tantas personas que experimentan el dolor en sus vidas, el pasado 5 de mayo, el Papa presidió,
en la Basílica de San Pedro, la Vigilia de oración para todos aquellos que
tienen necesidad de consuelo.
Francisco atendió
a los relatos de tres grupos de personas que habían sufrido en el pasado. Entre
ellos estaba la familia Pellegrino, afectada por el suicidio de un hijo; un
periodista católico de Pakistán que se vio obligado a huir de su país para
asegurar la vida de su familia; y unos hermanos que perdieron el sentido de la
vida en su juventud. (La
Hora, Ecuador, 5 mayo 2016)
3. Lágrimas. El Pontífice argentino los
abrazó a todos ellos, tras escuchar sus historias. Y en su homilía recordó “cuántas
lágrimas se derraman a cada momento en el mundo; cada una distinta de las
otras; y juntas forman como un océano de desolación, que implora piedad,
compasión, consuelo.”
El Papa denunció
el dolor provocado por la maldad de otras personas. Dijo que “las lágrimas más
amargas son las provocadas por la maldad humana: las lágrimas de aquel a quien
le han arrebatado violentamente a un ser querido; lágrimas de abuelos, de
madres y padres, de niños...”.
4. Sentido religioso del dolor. Pero el
Papa Francisco no pretendía hacer un mero análisis sociológico o psicológico
del sufrimiento humano. Más bien su claro objetivo era dar una esperanza bien
fundada a todas esas víctimas del dolor y la tragedia, y explicó que ese
consuelo se encuentra en el llanto de Jesucristo.
El Santo Padre
dijo que en el sufrimiento no estamos solos, porque “Jesús sabe lo que
significa llorar por la pérdida de un ser querido”, como su amigo Lázaro de
Betania. “Jesús se une al dolor de sus amigos compartiendo su desconsuelo”. Añadió
que “las lágrimas de Jesús han desconcertado a muchos teólogos a lo largo de
los siglos, pero sobre todo han lavado a muchas almas, han aliviado muchas
heridas”.
Francisco hizo ver
que el remedio ante la indiferencia del dolor es imitar a Cristo, pues “el
llanto de Jesús es el antídoto contra la indiferencia ante el sufrimiento de
mis hermanos”. Y explicó que ese llanto enseña “a sentir como propio el dolor
de los demás”.
El Pontífice hizo una invitación para salir de
la propia comodidad, con una exhortación a la acción. En su homilía afirmó que
ver llorar al Dios-hombre, nos hace partícipes del sufrimiento y las
dificultades de las personas “que viven en las situaciones más dolorosas”, que
así “como él consuela, también nosotros estamos llamados a consolar”. (News.va,
5 mayo 2016)
Ante el
individualismo de nuestra época, la realidad se impone: solos no somos capaces
de sobrellevar el dolor de una pérdida familiar o de un daño moral. El Papa
Francisco nos invita a mirar a Jesús, y con Él acoger al que llora: esto nos
hace más humanos, esto sí da alivio al afligido.
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