Año 12, número 570
Luis-Fernando Valdés
El Papa publicó el
esperado documento sobre la familia. Francisco presenta un ambicioso proyecto
pastoral para rescatar y consolidar la institución familiar, pero las polémicas
previas impiden reconocerlo. Para entender la “Amoris
Laetitia” (AL), hay que superar la dicotomía entre romper con lo anterior
(progresismo) y aplicar con rigidez las normas generales (conservadurismo).
Papa Francisco publicó la exhortación apostólica "Amoris laetitia", un documento sobre el amor cristiano en la familia. (Foto: www.infobae.com) |
1. Los temas doctrinales sobre la familia.
Como en algunos medios se había especulado que este documento cambiaría las grandes
verdades sobre el matrimonio y la familia, lo primero que hay que decir es que
éstas fueron explícitamente reafirmadas por Francisco.
Por dar un solo ejemplo,
las notas de exclusividad, indisolubilidad y apertura a la vida como
propiedades del matrimonio son expresamente reafirmadas en los nn. 53, 62, 77,
86, 123, 134,178 y 243.
2. La finalidad de AL. Fruto de dos
sínodos de obispos sobre la familia, este documento pretende dar la buena nueva
del anuncio cristiano sobre la familia (n. 1), en el contexto del mundo actual,
para “ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia
del matrimonio y la familia” (n. 2).
El Santo Padre pretende
dos objetivos: estimular que se valore el modelo de las familias cristinas y
alentar; y llevar misericordia “allí donde la vida familiar no se realiza
perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo” (n. 5).
3. Superar la dicotomía entre lo doctrinal
y lo pastoral. Francisco comenta que las discusiones de los dos sínodos
sobre la familia plantearon complejas cuestiones doctrinales, morales,
espirituales y pastorales que requieren ser profundizados con libertad, y
explica que si la reflexión “es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa”,
nos ayudará a “encontrar mayor” claridad (n. 2).
Y luego el Papa
explica que las polémicas tanto en los medios como entre ministros de la
Iglesia, se deben a dos extremos. Por una parte, el “un deseo desenfrenado de
cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación”; y, por otra, “la
actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando
conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas” (n. 2).
4. El papel del Magisterio. El Santo
Padre enuncia un principio de interpretación muy importante: “no todas las
discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con
intervenciones magisteriales” (n.3).
En otras palabras,
las discusiones (p. ej. sobre los divorciados vueltos a casar, etc.) se debe a
la dificultad de la aplicación de las normas generales a los casos concretos, ya
que esta aplicación se realiza mediante la prudencia.
“Es verdad, dice
el Papa, que las normas generales presentan un bien que nunca se debe
desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente
todas las situaciones particulares” (n. 304).
Y esto no es
ninguna novedad de Francisco, sino que es doctrina de Santo Tomás de Aquino,
citada por el Papa en el n. 304: “aunque en los principios generales haya
necesidad, cuanto más se afrontan las cosas particulares, tanta más
indeterminación hay” (Suma
Teológica, I-II, q. 94, a. 4). Por eso, no se debe pretender que el
Magisterio dicte reglas generales para cada caso concreto.
Francisco
recomienda que no se haga “una lectura general apresurada” (n. 7) de AL. Y, si
se nos permite, añadiríamos que tampoco se lea buscando polemizar, sino que AL
sea estudiada como un programa práctico para ayudar a que las familias, desde
sus realidades concretas, puedan vivir el proyecto divino sobre la familia.
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