Año 12, número 556
Luis-Fernando Valdés
La violencia
producida por las religiones fue noticia continua durante 2015. El balance
anual de masacres producidas a nombre de Dios fue más alto que años anteriores.
¿Las religiones pueden realmente traer la paz?
Archivo: una iglesia destruida por Boko Haram en Nigeria. (Referencial/Archivo/AP) |
2. Una dura paradoja. Los grupos
extremistas que matan a nombre de Dios buscan imponer la fe en Dios, y con esa
premisa asesinan a quienes no confiesan su misma religión. Sin embargo, esas
acciones violentas lo único que consiguen es que las personas se alejen de las
religiones.
Pero esa no es la
única paradoja. La violencia contra los inocentes siempre conlleva una pregunta
sobre Dios mismo: si Dios es bueno, ¿por qué permite que sufran las personas?
¿le importan a Dios las víctimas de la violencia?
El Papa Francisco
en su homilía
de inicio del año explicaba que el mensaje de la Navidad “contrasta siempre con la dramática
experiencia histórica”, pues cada día “nos encontramos con signos opuestos,
negativos, que nos hacen creer que [Dios] está ausente”. La cercanía de Dios “parece
desmoronarse ante la multitud de formas de injusticia y de violencia que hieren
cada día a la humanidad”.
3. Una lógica que supera la lógica humana.
La dureza de las consecuencias de la violencia perpetrada a nombre de una
religión son innegables: sufrimiento, destierro, tortura y muerte. Ante esta patente
realidad del dolor, parece que no existe un argumento racional para explicar
por qué el mal no tiene la última palabra sobre los hombres y su destinos.
Pero la respuesta
al mal no puede ser sólo teórica, meramente “lógica”. El problema se ubica en
lo más profundo del ser humano y su existencia, ahí donde radica una “lógica”
diferente que abarca la razón, la libertad, el afecto, las acciones y el propio
destino. El problema pues se encuentra en la dimensión religiosa de cada
persona, y por eso requiere una respuesta sobrenatural.
4. La “lógica” cristiana. El Santo
Padre también explicó que el hecho histórico del nacimiento de Cristo, que
supone que Dios se ha hecho humano, nos empuja a cooperar con Dios en la
construcción de un mundo más justo y fraterno, en el que todas las personas y
todas las criaturas puedan vivir en paz.
En otras palabras,
la fe cristiana no sólo explica el origen del mal (como oposición humana a los
sabios mandatos morales de Dios), sino que predica que el verdadero amor nos
empuja a buscar acciones que conlleven la paz.
Por eso, en
palabras del Pontífice, “donde no puede llegar la razón de los filósofos ni los
acuerdos de la política, llega la fuerza de la fe que lleva la gracia del
Evangelio de Cristo, y que siempre es capaz de abrir nuevos caminos a la razón
y a los acuerdos”.
La lógica
religiosa para buscar la paz es el balance de la contemplación de las verdades
divinas (que hablan de amar a Dios y al prójimo) y la acción para buscar
directamente la paz (el diálogo académico y político, la denuncia periodística,
la atención a enfermos, desplazados y heridos, la justicia internacional y la
persecución de los criminales de guerra, etc.). Entonces, para que venga la
paz, necesitamos aprender a vivir la “lógica” de la fe con obras.
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