Año 11, número 526
Luis-Fernando Valdés
El Papa Francisco
visitó Sarajevo, donde la guerra entre musulmanes y cristianos dejó millares de
muertos y desplazados. ¿Podrán las religiones convivir en paz? ¿O son las
religiones causantes de guerras?
"Mir vama", o sea "llevar paz", fue el lema del viaje del Papa. |
Por siglos esa
ciudad fue conocida como “la Jerusalén de Europa”, donde el cristianismo, el
islamismo y el judaísmo vivían en armonía. De hecho, la mezquita, la sinagoga,
la catedral católica romana y la Iglesia Ortodoxa Oriental se encuentran a
menos de 100 metros la una de la otra.
Sin embargo,
también fue el principal escenario de la Guerra de los Balcanes
(también conocidas como las Guerras de Yugoslavia), que fueron una serie de
conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre
1991 y 1999. (El
Universo, 4 junio 2015)
La conflagración bélica
obedeció a causas políticas, económicas y culturales, así como a la tensión
religiosa y étnica. Se calculan
entre 130 mil y 200 mil las bajas y millones de personas sacadas de sus
hogares.
Famosa por los
Juegos Olímpicos de invierno en 1984, siete años después, Sarajevo conmovió al
mundo con sus francotiradores serbios y atentados contra civiles inocentes. Es
imborrable el recuerdo de Juan Pablo, el 13 de abril de 1997, celebrando la
Misa en el estadio de Kosovo, bajo una dura nevada (eltiempo.com).
Y así “todos fuimos Sarajevo”, pidiendo la paz en la antigua Yugoslavia.
El Papa Francisco
realizó una visita relámpago (6 junio 2015), para conmemorar el 20º aniversario
del fin de aquella guerra. Aunque la ciudad parece funcionar con normalidad, continúa
existiendo una clara división étnica y política, consecuencia del conflicto.
Precisamente lo que el Pontífice pretendía en su viaje era fomentar la unión y
la reconciliación. (elmundo.es)
En Sarajevo aún
rondan los “fantasmas” de la guerras de religión. Y el Santo Padre se reunión
con líderes musulmanes, judíos y ortodoxos para “exorcizar” este temor. Delante
de ellos, el Papa pidió por Bosnia y Herzegovina, para que, en paz y armonía,
la habiten hombres y mujeres creyentes de distintas religiones, naciones y
culturas. (news.va)
En efecto, las
religiones no deben separar a los seres humanos. Ante la dialéctica que produce
discutir sobre cuál es la verdadera religión, el Concilio Vaticano II realizó
un cambio de paradigma en la Declaración “Dignitatis humanae”, que consiste en
poner la dignidad humana como fundamento de la libertad religiosa.
Es decir, el ser
del hombre y su condición de hijo de Dios, forman una estructura que es la condición para recibir la verdad. Por
eso, el ser humano no puede ser alienado a nombre de la verdad, sea filosófica,
sea religiosa, y menos a nombre de opciones políticas y económicas.
No es relativismo
religioso, ni relativismo antropológico. Es justo lo contrario: es la gran
convicción, la firmeza, la certeza, de que Dios creó al hombre y le dio una
dignidad inalienable, la cual es el fundamento para aceptar la fe religiosa.
Sólo desde este
punto firme es posible afirmar simultáneamente la verdad de la religión y el
derecho a elegir la religión que cada uno considera verdadera. Este fundamento antropológico
nos permite ser respetados por nuestras convicciones, tanto si son totalmente
verdaderas como si son parcialmente verdaderas. La dignidad es el principio
clave para la verdadera tolerancia y la auténtica convivencia.
Hace 20 años todos
fuimos Sarajevo, pidiendo la paz de los Balcanes. Ahora todos Sarajevo pidiendo
el respeto a la dignidad de la persona, clamando por la verdadera convivencia
de los diversos credos religiosos.
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