Año 10, número 502
Luis-Fernando Valdés
En medio de la
crisis social por la que atravesamos, la Navidad viene darnos una esperanza de
paz verdadera, que nos hace ver que nuestras vidas están llenas de amor y de
paz, si creemos que Dios ha nacido.
Se acerca la
Navidad y es un buen momento para reflexionar sobre su auténtico sentido.
Festejamos un hecho religioso: Dios se hizo un ser humano, y quiso nacer en el
seno de una familia. Y por esto Dios ha llenado de luz nuestras vida, porque
ilumina lo más profundo de nuestra existencia: el amor.
En la gruta de
Belén, hace 2014 años, una joven doncella, María de Nazaret dio a luz al hijo
que había concebido virginalmente. Este Niño, que lleva por nombre Jesús, es Dios
que entra al mundo como hombre de verdad. Se cumplió así la profecía de Isaías
(7,14): este bebé es “Dios-con-nosotros”.
En Jesucristo,
Dios quiso vivir nuestra vida humana. Desde entonces todo lo humano quedó
elevado al plano divino. Y la puerta por la que Dios quiso asumir nuestra
condición humana es la familia.
Los relatos
bíblicos del Nacimiento de Jesús tienen como centro a la familia. En ella Jesús
nace, y se deja cuidar por María y José, que ponen sus vidas al servicio del
Niño. Por eso, la familia es la protagonista de la Navidad.
Y así como Dios
entró al mundo mediante una familia, quiso salvar del pecado y de la muerte al
hombre, también mediante una familia: es la familia de Dios, la Iglesia, que es
la comunidad de los fieles que creemos en Cristo.
Jesús vino a
expresarnos su amor viviendo largos años con sus padres y trabajando con sus
manos. Y cuando dejó la casa paterna, lo hizo para fundar esta otra familia, la
familia de Dios, por la cual ahora somos hijos de Dios-Padre, hermanos de
Cristo mediante la acción del Espíritu Santo.
Ésta es la
realidad que celebramos en la Navidad. En la Noche Buena nos reunimos en
familia, para agradecerle a Dios, que mediante la Sagrada Familia de Jesús,
María y José, le ha dado un sentido divino al amor humano que experimentamos
padres e hijos.
El amor a nuestra
familias se convertido en la manera como nos podemos conectar con el amor de
Dios. El calor de nuestra familia es un cauce central para que redescubramos la
cercanía de Dios, porque Dios ha querido reflejar su amor en el cariño de los
miembros de una familia.
Al experimentar el
amor de nuestras familias, todos nos sentimos seguros, amados y llenos de paz.
Y entendemos que, cuando estamos cerca de Dios, encontramos el fundamento
grande e inconmovible de esa seguridad, ese amor y esa paz.
Y así empieza a
brillar de nuevo la esperanza en nuestras vidas. Aunque la situación social, la
cuestión económica, la enfermedad son problemas reales, de la mano de Jesús, el
Dios-con-nosotros, y en la cercanía de nuestras familias, tenemos la verdadera
fuerza interior para no dejarnos vencer por el pesimismo, y para llenar de
nuevo al mundo de amor y de esperanza.
Navidad es tiempo
de rezar para que las familias permanezcamos unidas, para que los padres y los
hijos se reconcilien, para que los hermanos se perdonen y se amen, para que
seamos agradecidos unos con otros y siempre nos apoyemos.
Aprovechemos las
fiestas navideñas para elevar nuestra súplicas pidiendo que las familias pueden
cumplir la misión que Dios les ha confiado: la de reflejar el amor divino y que
así vuelva la esperanza a nuestra sociedad.
Les deseo a todos
ustedes, queridos lectores, y a sus familias una santa Navidad, en la que
brille la esperanza de la paz, y que sintamos la alegría de ser parte de la
familia de Dios.
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