Año 10, número 500
Luis-Fernando Valdés
Las noticias sobre
atentados y crueldades por parte de fundamentalistas islámicos en África y Asia
cada vez son más frecuentes y más espeluznantes. Hay que ponerles un alto. ¿Qué
hacen los líderes religiosos mundiales para detenerlos?
El Papa con el máximo líder musulmán de Turquía, Prof. Mehmet Gormes. |
Las barbaries de
estos grupos armados se están multiplicando. Son hecho horribles que no se
deben ignorar, porque –junto con las respuestas políticas y militares– la
presión de la opinión pública es una pieza clave para detener a estas milicias
radicales.
Recientemente, Boko
Haram, un movimiento yihadista suní que pelea por revivir un califato islamista
en el norte de Nigeria, detonó tres bombas en una
mezquita en la ciudad de Kano, con un saldo de 100 personas fallecidas y
135 heridos (29 noviembre 2014).
Este mismo grupo tomó la
ciudad de Chibok, en el noreste de Nigeria, donde hace más de seis meses
fueron secuestradas 276 adolescentes, de las que 219 siguen desaparecidas.
Simultáneamente, el mismo Boko Haram realizó un atentado suicida que mató a
seis personas, incluidos tres policías, en una gasolinera de Kano (14 noviembre).
Por su parte, los
yihadistas del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) continúan
realizando matanzas: ejecutaron en
público a 36 sunitas de una tribu, incluyendo mujeres y niños, en la aldea
Ras al-Maa, al norte de Ramadi (3 noviembre); asesinaron de 322
personas integrantes del clan Albunamr de creencia sunita, en la provincia
de Al Anbar (Irak); ejecutaron a 160
soldados en el norte de Siria y decapitaron y crucificaron a miembros de la
tribu árabe Al-Sheitaat (29 agosto).
Estos datos son
sólo una muestra, pues han ocurrido más atentados que aquí no reseñamos. Ante
este panorama, hace falta poner un alto a gran escala. Desde el punto de vista
militar, Estados
Unidos en coalición con 40 naciones está organizando combates contra el
ISIS.
Pero también se
echa en falta un esfuerzo de los líderes religiosos para denunciar que las
acciones del ISIS no tienen nada que ver con la verdadera práctica religiosa.
Y, precisamente, con motivos de su reciente viaje a Turquía, el Papa Francisco
ha pedido a las autoridades religiosas islámicas que condenen a los
terroristas.
Durante esa
visita, el Santo Padre pronunció, ante el dirigente islámico de mayor jerarquía
en Turquía, Mehemet Gormez, un discurso
en el que condenó el uso de la religión para justificar la violencia.
El Obispo de Roma
afirmó: “Como dirigentes religiosos, tenemos la obligación de denunciar todas
las violaciones de la dignidad y de los derechos humanos”. Y aseveró que “la
violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena,
porque el Todopoderoso es Dios de la vida y de la paz” (28 noviembre).
En el vuelo
de regreso a Roma, el Pontífice contó a los periodistas que le dijo al
presidente de Turquía Erdogan “que sería muy hermoso condenarlos claramente; lo
deberían hacer con los líderes académicos, religiosos, intelectuales y
políticos. Así lo escucharían de la boca de sus líderes. Necesitamos una
condena mundial por parte de los musulmanes; que digan: ‘No; ¡El Corán no es
esto!’.”
Es bastante admirable
la particular valentía del Papa, que junto con la denuncia y condena de los
terroristas trata con delicadeza y finura a los fieles islámicos que son
pacifistas. Esta actitud de Francisco es la mejor refutación a algún
vaticanista que lo ha tildado de callar ante la violencia islamista.
Esperemos que la propuesta del Pontífice dé resultado y los líderes musulmanes
condenen a los yihadistas.
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