Año 10, número 496
Luis-Fernando Valdés
Brittany Maynard, Lauren Hill: dos actitudes ante la enfermedad terminal. (Fotomontaje: abc.es) |
Brittany Maynard, recibió
la noticia un año después de casarse. El cáncer, un glioblastoma, avanzó con
rapidez. Los médicos le explicaron que sólo le quedaban unos meses de vida en
los que la enfermedad le causaría gran dolor.
Maynard explicó en
video, con más de 9 millones de visitas en YouTube, las razones por las que no
quería seguir viviendo. Y escogió para morir el 1 de noviembre pasado, dos días
después del cumpleaños de su marido, Dan Díaz.
Acompañada por su
marido y sus familiares, Brittany falleció a causa del medicamento
proporcionado legalmente por un médico, pues en el estado de Oregon el suicidio
asistido está permitido.
Si ella ya no
quería sufrir, si de todos modos se iba a morir, si su familia la apoyaba, si
tomó la decisión de modo consciente, si lo hizo legalmente, ¿por qué estuvo mal
que Maynard se quitara la vida?
La vida es el
mejor don que recibe todo ser humano. En eso estamos todos de acuerdo. En
cambio hoy, muchos consideran que la vida no es valiosa por sí misma, sino sólo
en cuanto resulta agradable (o al menos, cuando no hay dolor, o mientras éste
se pueda dominar).
Ése fue el
argumento al que Brittany se acogió, según la explicación que ofreció en aquel
video. Y esa misma razón fue la que dio Marcia Angell, un activista por el
suicidio asistido, en un reciente artículo
de opinión en el “Washington Post”.
Aunque suene a
broma, la respuesta es que "el problema no es la vida sino el dolor". La vida no
es problema, por eso no hay porque quitarla. Más bien, la dificultad es el
dolor; y lo que hay que hacer es paliarlo y, sobre todo, darle sentido, ya que
el dolor es insoportable cuando no se le encuentra el sentido.
Por contraste, el
mismo día que Brittany se quitaba la vida, la prensa internacional anunciaba
que otra joven, Lauren Hill, también con un cáncer cerebral terminal cumplía un
gran sueño: jugar
un partido en la NCAA antes de morir.
Lauren decidió
encontrar un sentido a sus últimos meses. Viajó con su familia por todo Estados
Unidos, promocionando la lucha contra el cáncer y disfrutando de cada momento
al máximo. Y la liga de Basquetbol Colegial le concedió vivir su gran sueño:
jugar un partido oficial.
En los apenas 17
segundos de juego, Lauren anotó la primera canasta del partido, que se paró
entonces para hacerle un homenaje en el centro de la cancha. Abrazos y ovación
para la jugadora, que poco después declaró: “Ha sido el mejor día de mi vida.
Gracias. No sé qué más decir, gracias”.
No nos toca juzgar
a Brittany Maynard, eso que lo haga Dios. Pero sí podemos señalar que el
suicidio nunca es una muerte digna. No es digno del hombre quitarse la vida. Lo
indigno, en todo caso, es no ayudar a una persona a encontrar un sentido –un
para qué– de su sufrimiento.
Y como explicaba
el famoso psicólogo austriaco de origen judío, Víctor Frankl, sobreviviente de
Auschwitz: “Se puede sacar un sentido incluso del sufrimiento, y es la
verdadera razón por la que la vida continúa, a pesar de todo, teniendo un
sentido”.
Ante la
discapacidad física, Frankl invitaba a sus paciente a pensar: “¿No podríamos
concebir … un mundo en el que hubiera
finalmente una respuesta ante la cuestión del sentido último del sufrimiento
humano?” (Frankl, 1999, pp. 190 y 192).
No hay un derecho a quitarse la vida, más bien hay un derecho –y una
obligación– a encontrar un sentido al dolor y al sufrimiento. Y en esto la fe
religiosa es una gran herramienta.
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