Año 10, número 497
Luis-Fernando Valdés
La desaparición de
los 43 normalistas sigue siendo tema de conversación y de reflexión. El tejido
social de México está herido, y para sanarlo no hay otra opción que la de abrir
los ojos a esa dura realidad.
En esta crisis de
seguridad en Iguala, hay un dato muy impresionante, que quizá algunos han
pasado de largo. Cuando se inició la búsqueda de los 43 desaparecidos, se
encontraron varias fosas con cadáveres, que no correspondían a los normalistas.
Ante el “no eran
ellos”, la búsqueda continuó. Pero la pregunta obvia es: entonces, ¿quiénes son
esas personas? ¿víctimas de la violencia? ¿era un “cementerio” de sicarios? En
otras palabras, hay miles de desaparecidos, pero las investigaciones iniciaron
sólo hasta que hubo una protesta social, y estas indagatorias son únicamente
para el caso de los normalistas de Ayotzinapa.
¿Qué lecciones
podemos obtener de este episodio, nosotros los demás ciudadanos?
1) Reconocer nuestra
realidad social. Han sido gobiernos y autoridades extranjeras quienes nos han
puesto en alerta, porque han llamado a las cosas por su nombre, ya que no sólo
se han referido a los normalistas desaparecidos, sino al narcotráfico como
causa de la violencia y además han pedio una investigación trasparente.
Por ejemplo, el
miércoles pasado (12 de noviembre), el Papa Francisco durante su audiencia se
solidarizó con nuestro País, y con claridad se refirió a los ‘estudiantes
asesinados’: “Quiero expresar a los mexicanos, a los aquí presentes y a los que
están en la patria, mi cercanía en este momento doloroso de la legal
desaparición, pero sabemos asesinato, de los estudiantes”. El Santo Padre habló también sobre la “dramática
realidad” y “la criminalidad” que existe detrás del tráfico de drogas. [CNN]
Por su parte, la
Casa Blanca en un par de ocasiones, durante el mes pasado, manifestó su
preocupación por esta situación. El Departamento de Estado afirmó que “es un
crimen que demanda una investigación clara y trasparente” (8 octubre), y la
vocera de Barak Obama manifestó la preocupación de la Presidencia por los
reportes de la desaparición de los 43 normalistas (29 de octubre). [El
Universal]
2) Las protestas
violentas son otro modo de cerrar los ojos. El 8 de noviembre pasado, mientras
una manifestación en el Zócalo de la Ciudad de México pedía justicia y que
encontraran a los desaparecidos, un grupo de violentos quemó la puerta de
Palacio Nacional.
En realidad
produjeron otro humo, a parte del que salía de la flamas del portón: hay otros
intereses de grupos de presión, los cuales aprovechan un movimiento social para
hacer sus protestas en paralelo. Pero se presentan ante la opinión pública como
parte de las víctimas.
La violencia es
extorción. La presencia de grupos violentos lleva un mensaje: “te dejo de
golpear si me das lo que te pido”. Las agresiones son una pantalla para que
crear confusión, lo cual es una manera de buscar que no se conozca la verdad.
Para salir
adelante, es necesario que toda la sociedad rechace la violencia: los saqueos,
los bloqueos de parte de grupos que no tienen que ver con las víctimas, los
coches incendiados, los edificios públicos destruidos.
Así como para
curar una herida profunda en la piel hace falta pasar por el dolor de una
curación que toca la carne viva, para curar la herida social necesitamos una
nueva cultura de reconocer la realidad y dejar de pensar que no nos afecta la
violencia en otros Estados y regiones del País.
Lo dijo bien, " Las agresiones son una pantalla para crear confusión, lo cual es una manera de buscar que no se conozca la verdad." Y el único interesado en que no se conozca la verdad es el gobierno en todos sus niveles, desde el federal hasta el municipal... Ellos arman el show para culpar y reprimir a los que se manifiestan de forma pacifica.
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