Año 9, número 445
Luis-Fernando Valdés
La esclavitud no
ha desaparecido, sólo cambiado de forma. Hoy, en los países ricos hay demanda
de servicios denigrantes, y en los países pobres hay oferta de personas para
realizarlos. ¿Cómo romper este círculo de ignominia?
Las víctimas de la trata de personas esperan una reacción de toda la sociedad. |
La trata de
personas es un grave problema mundial. Se trata de la explotación de personas,
a las que se les obliga a traficar drogas, a prostituirse sexualmente, a
mendigar para conseguir dinero para sus explotadores e, incluso, hay redes para
secuestrar a menores y traficar con sus órganos.
El tráfico de
personas es considerado como un delito de ‘lesa humanidad’ y ocupa el tercer
lugar de ocurrencia en el mundo, después del narcotráfico y el tráfico ilegal
de armas. Como es un “negocio lucrativo”, con frecuencia las organizaciones
criminales corrompen a las corporaciones que debían combatirlos.
Para erradicar la
trata de humanos, se requiere la acción legislativa de las naciones y un
control policial más fuerte. Pero esas medidas hasta ahora no han sido
suficientes y, por eso, hacen falta voces internacionales que den a conocer el
problema y propongan soluciones.
Una de ellas es la
del Papa Francisco, que desde las primeras semanas de su Pontificado ha
denunciado y condenado la trata de personas. En mayo pasado, ante el ‘Consejo
Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes’, el Pontífice
elegido 10 días antes declaró que la trata de personas es una “¡actividad
innoble, una vergüenza para nuestras sociedades que se dicen civilizadas!
Explotadores y clientes a todos los niveles deberían hacer un serio examen de
conciencia delante de sí mismos y delante de Dios.” (Discurso,
24 mayo 2013)
Más adelante, el
23 de agosto, el Santo Padre pidió a la Pontificia Academia de las Ciencias, la
Academia Pontificia de las Ciencias Sociales y la Federación Mundial de
Asociaciones Médicas Católicas que establecieran un plan de acción para
combatir el tráfico de personas.
Y así se organizó
un encuentro en Roma, los pasados días 2 y 3 de noviembre, cuyas conclusiones arrojaron
una lista de 49 propuestas, dirigidas a obtener cifras reales del problema y
entender los desafíos de este problema, así como la iniciativa de convocar un
gran encuentro internacional que aporte verdaderas soluciones. (Rome
Reports, 4 noviembre 2013)
Pero el Santo
Padre no se ha limitado a convocar a expertos, sino que también ha hecho continuas
denuncias de este gran mal social. El Romano Pontífices ha advertido sobre “los
millones de refugiados, desplazados y expatriados, tocando también la plaga del
tráfico de seres humanos, que cada vez más a menudo afecta a los niños,
envueltos en las peores formas de explotación y reclusión incluso en los
conflicto armados.”
Además, el Papa
Francisco ha estado pendiente de hacer que los creyentes cobren conciencia de
que deben atender a las víctimas de estas explotaciones. En diversos momentos,
el Obispo de Roma ha remarcado que los fieles deben ver la carne de Cristo en
la persona de los migrantes, de los explotados y de los que sufren.
Los creyentes,
ciudadanos como nuestros iguales, podemos secundar esta iniciativa del Papa,
desde la opinión pública. Así como gracias a los medios, se ha conseguido una
mentalidad nueva sobre el respeto a las mujeres y sobre la naturaleza, ahora también
todos podemos contribuir a que la sociedad tome conciencia de este gran mal,
para que los ciudadanos mismos sean los que generen una cultura del respeto
hacia las víctimas del tráfico de personas.
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