Año 7, número 345
Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI ha
confirmado su viaje pastoral a México. Y varios analistas políticos han
comentado que ambos eventos tienen tintes de apoyo a las campañas electorales
del 2012. ¿Es inevitable hacer una lectura política de la gira del Papa a
nuestro País? ¿es posible una visión sólo religiosa de este viaje apostólico?
Durante la Misa en honor de la Virgen de Guadalupe celebrada en la Basílica de San Pedro, Benedicto XVI confirmó su viaje a México. |
Desde que se
comentó extra-oficialmente el viaje del Pontífice a nuestro País (9.XI.11) [noticia], hasta el
anuncio oficial por parte de Benedicto XVI (12.XII.11) [noticia], además de
las reacciones de júbilo [noticia], no han
faltado voces críticas.
Por ejemplo, el
editorialista Jorge Alcocer V. hace un llamado “a respetar la letra y espíritu
de nuestra Constitución en materia de la separación entre el Estado y las
iglesias, del carácter laico del Estado mexicano y de la prohibición para que
las iglesias y ministros del culto participen en procesos y campañas
electorales, haciendo proselitismo a favor o en contra de cualquier partido o
candidato” (Reforma, 22.XI.11).
Esta confrontación
de los planos político y religioso es casi inevitable, porque ambos tienen un
origen común: la sociedad. Y la solución provendrá de entender la relación
entre una “sociedad” y las diversas “autoridades” que la rigen.
En efecto, una
misma sociedad (un mismo grupo humano) tiene diversas dimensiones como familia,
educación, comercio, gobierno, religión, etc. Y en cada una de ellas tiene una
autoridad, que es ejercida por unos gobernantes, líderes, etc. Así, en un mismo
conjunto de personas, simultáneamente se dan diversos roles como el cívico y el
religioso. Y una misma persona es –al mismo tiempo– ciudadano y feligrés.
Entonces surge una
situación de tensión, porque cada ámbito tiene su propia autoridad, lo cual da
lugar que haya varias autoridades (una civil y otra religiosa, por ejemplo)
sobre un mismo grupo de personas. De manera que la interacción entre esas
autoridades es necesaria, y las correspondientes fricciones son inevitables.
Pero el conflicto
se acentúa cuando los líderes de opinión ponen el acento en las “autoridades” y
desplazan a un segundo plano a la “sociedad”. Estos importantes líderes se
fijan más en la relación difícil entre “autoridades” (gobernantes y jerarcas
eclesiásticos), y menos en los miembros de la sociedad, que tienen derecho a
gozar de la armonía entre quienes los gobiernan y quienes los auxilian
religiosamente.
Nuestro México de
hoy exige un cambio de paradigma: es hora enfatizar primero la “sociedad” y poner
en segundo plano a las “autoridades” (cívicas o religiosas). Y la razón es
clara, las autoridades existen en función de la sociedad, no al revés. Por eso,
se debería acentuar más la necesidad de armonía entre las “autoridades” y tratar
de superar la dialéctica que no respeta que una misma persona pertenece a
diversos ámbitos.
Hemos heredado un
País dicotómico, excluyente, donde se fomenta ser ciudadano laico o creyente encerrado
en la sacristía. Ya basta del enfoque dialéctico de gobernantes y eclesiásticos
en disputa por los mismos ciudadanos. Es hora que los ciudadanos cobren
conciencia de que gozan del derechos humano a ser protagonistas simultáneamente
tanto de la esfera civil como del ámbito religioso.
La visita
pontificia puede ser una oportunidad de oro para desarrollar este nuevo enfoque
basado en los derechos de los miembros de la sociedad. Son los
ciudadanos-creyentes los que tienen tanto el derecho a escuchar un mensaje de
su líder espiritual como a gozar de la armonía de las diversas autoridades
civiles y religiosas.
lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com
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