Luis-Fernando Valdés
El Gobernador de
Oregon (EUA), John Kitzhaber, anunció la suspensión de la pena de muerte en su
Estado (24.XI.2011). Cinco días después, decenas de ciudades a lo largo del
mundo, se iluminaron para pedir la abolición de la sentencia de muerte, y el
Papa mismo se unió a esta petición. ¿Por qué cada vez son más las voces
internacionales que pide la desaparición de la pena capital?
El Gobernador de Oregon suspendió la pena de muertepor considerarla injusta y contraria a su moral.Flickr: OregonDOT |
La pena de muerte,
que gozó de amplio consenso
en occidente desde el siglo XIII, ahora empieza a ser rechazada por la
comunidad internacional, porque esta sentencia se presta para ser utilizada por
regímenes totalitarios y, en ocasiones, se aplica injustamente.
Además, hoy día, el avance de las sociedades democráticas hace que esta pena ya
no sea necesaria para mantener la justicia y la paz social.
Chantal Valery de
la Agencia France Press (AFP) publicó hace poco que, en Estados Unidos, desde
1973, 138 condenados a muerte han sido luego declarados inocentes o liberados,
entre los cuales 17 de ellos después de haber sido sometidos a exámenes de ADN,
según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte.
Además, Valery
dice que un reciente estudio muestra que por, cada ejecución, se invierten en
promedio 3 millones de dólares, incluidos todos los procedimientos judiciales
que conlleva, de manera que la pena capital cuesta tres veces más cara que una
condena a cadena perpetua sin posibilidad de liberación [artículo completo].
Así se entienden
todas estas manifestaciones en contra del castigo letal. Durante rueda de prensa,
en la que anunciaba su decisión de suspender estas ejecuciones, John Kitzhaber
afirmó que “la pena de muerte practicada en Oregón no es imparcial ni justa, ni
rápida ni certera. Y no es aplicada de manera igual a toda la gente (…). Rehúso
ser parte de este sistema desigual (…), no permitiré más ejecuciones mientras
sea gobernador” [Noticia].
El Coliseo se iluminó, al igual que decenas de ciudades de todo el mundo, para pedir la abolición de la pena de muerte. |
Mientras tanto, con
motivo de la X Jornada Mundial “Ciudades por la Vida”, como cada 30 de
noviembre, activistas de Amnistía Internacional y de la Comunidad de San Egidio
salieron a la calle en varias partes del mundo para mostrar su rechazo total a la pena de
muerte iluminando ayuntamientos o edificios emblemáticos [noticia], incluido el Coliseo
romano [noticia]. Estas organizaciones sostienen que una condena así, en la práctica
consiste en el homicidio premeditado y a sangre fría de un ser humano a manos
del Estado y en nombre de la justicia.
Y ese mismo día,
Benedicto XVI pidió, durante su habitual audiencia de los miércoles, que se
promuevan “iniciativas políticas y legislativas” para “eliminar la pena de
muerte” en el mundo, con ocasión del congreso “No hay justicia sin vida”,
promovido por la Comunidad de San Egidio y que reúne a representantes de los
Gobiernos de todo el mundo en Roma.
El Papa recordó a
los participantes del congreso que espera que “sus deliberaciones alienten las
iniciativas políticas y legislativas que se promueven en cada vez más países
para eliminar la pena de muerte” y sigan buscando equilibrar el respeto por “la
dignidad humana de los presos con el mantenimiento efectivo del orden público” [Noticia] [Video].
Ojalá este movimiento internacional para abolir la pena de muerte encuentre eco en nuestro País, pues para algunos la situación de violencia en diversos Estados de la República sería un motivo suficiente para implementar esta medida capital. Sin embargo, ahí donde se olvide que la vida –incluida la de los peores criminales– es intocable por ser un don de Dios, el hombre terminaría por sentirse dueño de la vida de cualquiera, y quedaría así imposibilitada la llegada de la paz.
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