Año 7, número 341
Luis-Fernando Valdés
Benedicto XVI, a
sus 84 años, emprendió su 22º viaje apostólico fuera de Italia. Visita por
segunda vez el Continente africano, esta vez en Benín, un país de 8.8 millones
de habitantes, de los cuales el 34 por ciento son católicos. ¿Por qué el Papa
desea poner esta pequeña nación ante los medios de comunicación de todo el
mundo?
El Santo Padre
explicó a su llegada, el pasado jueves 17 de noviembre, que visitaba Benin por
tres razones: la primera, por el 150 aniversario de su evangelización; la
segunda, para entregar la Exhortación Apostólica Post-sinodal “Africae Munus”, y
un tercer motivo “más personal y afectivo”: visitar la tumba del Cardenal Gantin.
Benedicto XVI recibido por el Presidente de Benín, Thomas Yayi Boni. |
Estas tres razones
tienen un significado claro para Benín y toda África, y a la vez, el Santo
Padre está enviando un mensaje sobre este Continente al resto del Mundo. Con
estos gestos, el Romano Pontífice está afirmado que África es importante para
la Iglesia católica, y que África puede aportar mucho a la propia Iglesia y al
resto del planeta, pues él considera que este Continente es un gran “pulmón
espiritual para una humanidad en crisis de fe y de esperanza”.
Para el Papa
Alemán, Benín es una muestra de la contribución de África al mundo. En sus
palabras es “un País en paz: paz externa e interna”, donde “las instituciones democráticas
funcionan”, y donde las “diversas religiones conviven en el respeto recíproco y
en la responsabilidad común por la paz, por la reconciliación interior y
exterior”.
Para ilustrar que
esta aportación africana para el mundo no es sólo un buen deseo, Benedicto XVI
emplea un signo elocuente: la figura del Cardenal Bernardin Gantin (1922-2008).
Este prelado fue colaborador cercano de Juan Pablo II y tuvo varios altos
cargos en la Curia romana, donde entabló amistad profunda con el entonces Card.
Ratzinger. Mons. Gantin es considerado como un héroe nacional en Benín; de
hecho el aeropuerto internacional de Cotonou lleva su nombre. Por eso, –declaró
el Pontífice– “me ha parecido justo venir a su país natal, para rezar ante su
tumba y para agradecer a Benín el haber dado a la Iglesia a este hijo eminente”.
Pero a la vez,
este viaje a Benín tiene un sentido solidario por parte del Papa. En un mundo
globalizado, Benedicto XVI quiere ayudar a que las culturas autóctonas –sin
perder sus raíces– se abran al mundo, para poder salir de la pobreza material y
cultural en la que viven muchos de sus habitantes.
A su llegada, el
Santo Padre se dirigió a los Jefes tradicionales. Reconoció que su labor es importante
para construir el futuro de ese país, y lo animó “a contribuir con su sabiduría
y comprensión de las costumbres a la delicada transición que se está produciendo
actualmente de la tradición a la modernidad”.
Con gran sabiduría
les dijo que “no se ha de temer a la modernidad, pero tampoco se puede
construir olvidando el pasado”. Los previno de la sumisión incondicional a las
fuerzas del mercado o las finanzas, el nacionalismo o tribalismo exacerbado y
estéril. Y les dio un claro punto de referencia: “la transición a la modernidad
debe estar guiada por criterios seguros basados (…) en la dignidad, la grandeza
de la familia y el respeto de la vida”.
¿Por qué el viaje
a Benín? Para darle un mensaje de esperanza, para que la comunidad
internacional conozca la riqueza humana de Benín, y para ayudar a esta nación a
abrirse a la época actual. Esta visita pastoral, nos muestra con mucha fuerza
que, además de un sólido liderazgo moral, Benedicto XVI detenta también ya un
gran liderazgo social y cultural.
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