Año 7, número 340
Luis-Fernando Valdés
La crisis
financiera mundial ha llegado a puntos alarmantes: dos Primeros Ministros
europeos –el de Grecia y el de Italia– dimitieron esta semana, debido a su
imposibilidad de manejar la adversidad económica. ¿Cambiar de “Premier” es la
“solución mágica”?
El gigantesco
déficit financiero de Grecia ha producido una severa crisis económica en la
zona euro, y la riesgosa situación de los mercados ha afectado duramente las
finanzas italianas. Y este panorama se ha extendido como una nube amenazadora a
todo el mundo.
Toma de posesión de Lucas Papademos como Primer Ministro de Grecia. |
De ahí la presión
internacional, especialmente de Francia, Alemania y Estados Unidos, para
conseguir un relevo en los gobiernos de aquellas dos naciones mediterráneas. El
Premier griego Papandreou fue sustituido un tecnócrata, Luas Papademos, ex
vicepresidente del Banco Central Europeo; mientras que se presume que el Primer
Ministro italiano Berlusconi será relevado por otro tecnócrata, Mario Monti,
quien trabajó como Comisario de Competencia de la Unión Europea, entre 1999 y
2004.
Mario Monti, posible sustituto de Silvio Berlusconi, en Italia |
Por eso, se
requiere un nuevo paradigma que tome en cuenta la ética. Benedicto XVI escribió
en 2009 que esta crisis, “nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas
reglas” y “se convierte en ocasión de
discernir y proyectar de un modo nuevo” (Enc. Cáritas in veritate, n.
21).
Y, recientemente,
el Consejo Pontificio “Justicia y Paz” publicó una nota titulada “Por una
reforma del sistema financiero y monetario internacional en la perspectiva de
una autoridad pública con competencia universal” (24.X.2011) con una nueva
propuesta, que parte del hecho que “en los distintos estadios de desarrollo de
la crisis se encuentra siempre una combinación de errores técnicos y de
responsabilidades morales”.
El documento
describe la actual crisis y advierte que una teoría económica “que establezca a
priori las leyes del funcionamiento del mercado y del desarrollo económico, sin
confrontarse con la realidad, corre el peligro de convertirse en un instrumento
subordinado a los intereses de los Países” más desarrollados.
Ante el panorama
de la pobreza mundial, la propuesta pontificia sugiere “el reconocimiento de la
primacía (…) de la ética respecto a la economía”, y que “los pueblos de la
tierra deberían asumir, como alma de su acción, una ‘ética de la solidaridad’, abandonando toda forma de mezquino
egoísmo, abrazando la lógica del bien común mundial que trasciende el mero
interés contingente y particular”.
Cuando el
Papa afirma que la economía “tiene necesidad de la ética para su correcto
funcionamiento, y no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la
persona”, no está hablando de una cuestión religiosa, sino de una realidad
inherente a la condición humana. Cuando se respeta la naturaleza social del ser
humano hay justicia y paz. Cuando se vive sin valores sociales y solidarios, la
economía se torna en contra del hombre. Y esta crisis financiera mundial es su
triste comprobación. Por eso, es apremiante una economía centrada en el ser
humano.
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