Luis-Fernando Valdés
Hace justo 7 días, el Secretario de Estado del Vaticano pronunció un importante discurso en el Teatro de la República, lugar histórico del México contemporáneo. Durante la semana, diversos comentarios se han centrado en el aspecto dialéctico (que donde se sello el laicismo mexicano, hablara el número dos de la Iglesia Católica). Tales comentarios han dejado de lado el interesante diagnóstico y la propuesta cultural del Card. Tarcisio Bertone.
El Cardenal explica que la cultura de nuestro País, y de América Latina, se injerta en la cultura occidental. Por eso, para entenderla necesitamos conocer la transformación que ha tenido el Occidente: el encuentro entre la revelación bíblica y el genio filosófico griego. Así tuvo lugar una “paideia”, que es el ideal en que los griegos cifraban el desarrollo pleno del hombre y que Roma tradujo como “humanitas”.
De ahí el Card. Bertone pasa a tratar un punto capital de la cultura mexicana: el “ethos” barroco. “La paideia cristiana dio lugar en México a una nueva síntesis cultural, que ha marcado su identidad”. Esta síntesis es llamada “mestiza” o “barroca”, y es “como la aportación específica (de México) a la cultura universal”.
Aunque el mestizaje es un hecho innegable , afirma el purpurado que “no todos aceptan que se convierta en el rasgo esencial de la identidad nacional”. Unos lo evitan para preservar la identidad indígena, mientras que otros lo hacen para salvar el carácter europeo de la cultura iberoamericana. Pero lo mestizo es la novedad del encuentro entre ambas culturas, y es la señal de la transformación de ambas. El mestizaje debería ser una categoría “originaria y constitutiva, hasta el punto que cuando se le olvida, o explícitamente se le rechaza, con ella se abandona también el fundamento de la identidad (mexicana)”. Y, luego, el Cardenal explica que, por negar esta categoría, surge la “tendencia a vivir mirando hacia el pasado y discutiendo en permanente conflicto acerca de la propia identidad”. Entonces, se da “el gran divorcio” entre la cultura popular, que es mestiza y barroca, y la cultura de las élites y las minorías dirigentes.
Después de esto ha venido una especie de irrelevancia cultural de la Iglesia y los católicos en el mundo de la cultura. En parte propiciado por la persecución religiosa, pero también por la estrategia de aislamiento a la Iglesia, especialmente en el área educativa. Además –reconoce el Secretario de Estado– en los siglos XIX y XX, “los católicos no supieron integrarse adecuadamente en las vanguardias, ocupados como estaban en la defensa de su propia identidad”.
La vuelta de los católicos a la vida cultural del País no es un revanchismo, ni un afán de reconquista. Según Mons. Bertone, se trata de “trabajar para que la cultura mexicana ahonde en sus raíces, no necesariamente para imponer un canon moral o intelectual a los intelectuales y artistas, sino para complementar, enriquecer y acoger sus esfuerzos creativos”.
Como se puede apreciar, una lectura no política ni partidista del Discurso, permitirá entablar un verdadero diálogo entre Cristianismo y cultura. Las ideas del Jerarca también dan una pauta para estudiar serenamente el “gran trauma” (éstas son palabras mías) del México Independiente: cuál es nuestra identidad nacional. Quedan pues ahuyentados los fantasmas de que la Iglesia se quiere apoderar del País, utilizando como escenario tan significativo como el Teatro de la República.
Correo: lfvaldes@gmail.com
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