Luis-Fernando Valdés
El pasado jueves ocurrió un hecho sin precedentes. Benedicto XVI suspendió su participación en la inauguración del año académico de la Universidad “La Sapienza” de Roma, movido por la petición de 67 profesores al Rector Magnífico de revocar la invitación al Papa, y por las protestas de grupos de estudiantes. ¿Qué tenía que decir el Romano Pontífice a una universidad laica?
A pesar de no acudir al evento, el Papa Ratzinger envió el discurso que iba a pronunciar. En ese texto, el Romano Pontífice justifica su presencia en una institución no católica, explicando que él es el representante de una comunidad que custodia en sí un tesoro de experiencias éticas, importantes para toda la humanidad. Se presenta como un interlocutor válido, ya que habla como “representante de una razón ética”.
Y, aunque esa institución ya no es una universidad católica, como lo fue en su origen, puede entablar un diálogo con el Papa, porque la autonomía que siempre ha formado parte de la naturaleza de una universidad, debe estar ligada exclusivamente a la autoridad de la verdad.
Benedicto XVI se pregunta a continuación: “¿Qué es la universidad? ¿Cuál es su tarea?”, y responde: “El verdadero, íntimo origen de la universidad es el deseo de conocimiento que es propio del ser humano. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere verdad”. Luego el Santo Padre aborda el polémico tema del aspecto moral de la verdad. Afirma que la verdad no es sólo teórica. Y explica que la “verdad es más que saber: el conocimiento de la verdad tiene como fin el conocimiento del bien”.
Entonces, la “verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera: este es el optimismo que vive en la fe cristiana, porque a ella se le ha concedido la visión del Logos, de la Razón creadora, que en la Encarnación de Dios, se ha revelado como el Bien, como la misma Bondad”. En este contexto, el Papa pone el ejemplo de las universidades medievales, donde convivían las facultades de Filosofía y Teología que se ocupaban de la búsqueda “del ser humano en su totalidad y de la tarea de mantener la sensibilidad por la verdad”.
Precisamente, todos podemos constatar, en nuestra experiencia diaria, que el interés por la verdad está cada vez más difuminado, que ahora mismo son pocos los profesores universitarios que afirman con seguridad que es posible alcanzar la verdad. Y es evidente para todos el costo de no buscar la verdad: hoy vivimos en medio de un relativismo moral, en el que cada uno se erige como ley suprema de sí mismo.
Al final del discurso, Benedicto XVI se pregunta: “¿Qué tiene que hacer o que decir el Papa en la Universidad?”. Aclara que “no debe tratar de imponer a los demás la fe de forma autoritaria”, y luego afirma que su misión pastoral consiste en “mantener despierta la sensibilidad por la verdad”. Y para revitalizar esa sensibilidad el Papa debe “invitar siempre nuevamente a la razón a ponerse en búsqueda de lo verdadero, del bien, de Dios”.
Este discurso despertará inquietudes en las comunidades académicas. Ha llegado la hora de replantearse la naturaleza y la misión de la institución universitaria. El enfoque pragmático de los estudios superiores, que enseñan a transformar la naturaleza, no resuelve las inquietudes profundas del ser humano. Si el conocimiento no está guiado por la verdad, la ciencia se volverá contra el hombre. La solución es retomar el enfoque original: la razón de ser de la universidad está en la búsqueda de la verdad, aunque ésta sea difícil de encontrar.
Correo: lfvaldes@prodigy.net.mx
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Si la idea es ser un interlocutor válido, creo que es mejor que espere unos años a que se tranquilicen los ánimos porque, al tener la posibilidad de dar un discurso, no es que vaya a permitir una réplica, una conversación o un intercambio de ideas con estudiantes y profesores, y eso es lo que le daría validez y actualidad.
ResponderBorrarPor eso, mejor que hoy por hoy no se complique más la vida, no fomente más polémica sobre intromisiones de la Iglesia en ámbitos del conocimiento y que se ocupe de dar verdadero espacio de interlocución.